Murcia
El menú más universal
Alrededor de las 11 de la mañana, los móviles de 12 jóvenes estaban desconectados. Se preparaban para un almuerzo importante. Sylvie, Aloys, Michelle, Juan Carlos, Ya-Chen, Gia Houang, Eva, Olivier, Claire, Martin, Aurora y Gonzalo compartieron mesa y mantel ayer con Benedicto XVI.
«Ha sido fruto del azar», explicó Paolo Lombardi, portavoz de la Santa Sede, minutos después del encuentro. La docena de jóvenes representaban a los cinco continentes y al país anfitrión. Diez de ellos son voluntarios de la JMJ. Mientras el Santo Padre regresaba de su visita a el Escorial, en la sala de espera de la Nunciatura le aguardaban los jóvenes que, inquietos, dialogaban con el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela.
Todos coincidieron: «Me ha impactado su sencillez», decía Aloys. «Te trata de persona a persona», añadió Olivier. Además de por el fenómeno de las nuevas tecnologías, se interesó por los problemas de cada país: «Su mirada era atenta, mostraba comprensión», afirmó Aurora. La comida fue distendida y, a pesar de la inisistencia del Papa en continuar la charla, duró apenas una hora: «Tiene que descansar», explicó uno de sus guardaespaldas.
«come poco, pero come bien»
Un menú muy hogareño sin dejar de ser vistoso. Y de marcado acento español sin caer en tópicos. Éstas son las directrices que siguen los cocineros del Café de Oriente y la Taberna del Alabardero, los locales encargados de preparar y servir las comidas al Papa durante su estancia en la Nunciatura. Si el menú servido ayer durante el almuerzo con los jóvenes fue sencillo, la primera cena de Benedicto XVI en Madrid no le fue a la zaga: de primero, crema fría de puerros; posteriormente, le siguió una merluza a la romana. Y de postre, arroz con leche. Menús no excesivamente elaborados y de carácter familiar. De hecho, cada una de las comidas servidas estaría en torno a los 20 euros. Los que han estado cerca del Santo Padre dicen que «come poco, pero come bien». No en vano, el Santo Padre no se acabó los platos del almuerzo de ayer. Bebe habitualmente agua o zumo de naranja durante las comidas, que suelen ser frugales. Y es que Su Santidad y su séquito no tardan más de 45 minutos en comer. Y al final de cada refrigerio, el Santo Padre se ha mostrado siempre satisfecho, complacido y agradecido.
Los invitados del santo padre
Aloys Sibomana
Ruanda (áfrica)
«Aunque he echado de menos más tiempo para debatir más temas, me aseguró que ya estaba escribiendo otro libro».
Sylvie Kambau
Congo (África)
«Le he regalado una figura de ébano que representa a un hombre trabajando. Le he pedido que se acuerde en sus oraciones de mi país».
Juan Carlos Piedr
Ecuador (América)
«Le he entregado una carta para explicarle cómo está la situación de la Iglesia en Suramérica».
Michelle Hatfield
EEUU (América)
«Le comenté que los jóvenes le necesitábamos para poder mentenernos firmes en nuestros valores».
Martin Leung-Wai
N. Zelanda (Oceanía)
«Me enteré que comería con el Papa hace dos semanas y, aunque no pude preguntarle nada, fue un momento inolvidable».
Claire Brown
Australia (Oceanía)
«Le expliqué que la JMJ de Sidney había ayudado mucho a promover la fe pero que era necesario seguir trabajando».
Gia Nguyen
Vietnam (Asia)
«Lo que me ha dicho personalmente me lo guardo, pero me ha asegurado que va a rezar por la paz en Asia».
Ya-Chen Chuang
Taiwan (Oceanía)
«Su llegada fue inesperada. Estábamos hablando y, de repente, apareció y dijo en español: ‘‘¡Buenos días!''».
Olivier Richard
Francia (Europa)
«Cuando se enteró de que me acabo de casar, insistió en que mi esposa acudiera al final del almuerzo».
Eva Jánosíková
Eslovaquia (Europa)
«Antes de que llegara estábamos histéricos, pero en cuanto nos hemos sentado nos ha transmitido su tranquilidad».
Gonzalo Cánovas
Madrid (ESPAÑA)
«Le comenté que había nacido en Málaga y el Pontifice me aseguró: "Allí se hace muy buen vino"».
Aurora Almagro
Murcia (ESPAÑA)
«Nos ha dado un rosario y una medalla con su rostro. Además, ha ido cambiando de idioma según nuestra nacionalidad».
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