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El clásico vacía Madrid
El gentío que abarrotó la capital durante el puente se «esfumó» minutos antes del Madrid-Barça. La mayoría optó por seguir el derbi desde casa, revolucionando los restaurantes de comida rápida
MADRID- Tras un macropuente en el que las calles de Madrid se han convertido en hervideros intransitables de personas, el pulso de la ciudad se detuvo ayer a las diez de la noche. Todo el mundo tenía una excusa de peso para volver a casa o buscar un bar cercano: había clásico. Como si de una escena de «Abre los ojos» se tratara, la Castellana y la Gran Vía se vaciaron de improviso. Por donde sólo unas horas antes miles de madrileños y de turistas se agolpaban para hacer las primeras compras y disfrutar del alumbrado navideño, el partido de fútbol más mediático del mundo, el Madrid-Barça, el choque de los récords, conseguía que se hiciera el silencio.
Media hora antes de su inicio, el único bullicio se congregaba en torno a las calles adyacentes al Bernabéu, donde los más rezagados apuraban los minutos para compartir la última caña antes de entrar al estadio. Pagaron cara su tardanza: se perdieron el gol de Benzemá, a los 22 segundos, el más rápido en la historia de los cruces entre merengues y azulgranas. La calle de Concha Espina pasó a ser durante dos horas el foco del que medio mundo estaba pendiente. Una atención planetaria que justificaba sobradamente el gran despliegue de seguridad puesto en marcha con motivo de un partido que había sido declarado de alto riesgo: más de 1.000 agentes de policía y 9 ambulancias del Samur se encargaron de los posibles incidentes y emergencias que que pudieran protagonizar los más de 85.000 aficionados que habían logrado hacerse con una entrada.
Reventas de oro
Para muchos de ellos, poder ver en vivo las incursiones de Messi o los disparos de Ronaldo no había sido fácil. Ni barato. Los reventas hicieron su agosto en diciembre y llegaron a cobrar más de 1.200 euros por un ticket de tribuna. Y es que son muchos los que aprovechan estas ocasiones que brinda el mundo del fútbol para hacerse de oro, aunque sea de forma ilegal.
Y mientras primero Alexis y luego Xavi daban la vuelta al gol inicial de los locales, los ritmos habituales de la ciudad se daban la vuelta: los taxistas, para los que en condiciones normales un sábado de mediados de diciembre supone uno de los días de más trabajo del año, apenas distinguían potenciales clientes transitando por las calles. Como mucho, algunos «despistados» que decidiron celebrar ayer la cena navideña de empresa o entre amigos. Eso sí, hasta los que habían reservado mesa en la mayoría de los restaurantes se aseguraron de tener una pantalla cerca para echar un ojo al clásico entre bocado y bocado.
Los que sí notaron el partido fueron los establecimientos de comida a domicilio, que incrementaron cerca de un 50 los encargos. Como suele pasar en estos casos, parece que nadie se quiere meter en la cocina a preparar nada y las pizzas y el «picoteo» en general suelen ser las cenas preferidas. Para el madridismo, el 1-3 final convirtió en amargo un día que, desde por la mañana, no auguraba nada bueno, al menos en lo climatológico. Una densa niebla sobre Barajas retrasaba en cerca de una hora la llegada de la expedición catalana. A pesar de ello, a pie de aeropuerto, varios centenares de aficionados jalearon a los de Guardiola.
Sobre el césped, el Barça se hacía dueño y señor del partido y Cesc sentenciaba el marcador. Un gol del que probablemente no se enteraron los pocos que a esa misma hora viajaban en Metro o en los autobuses interurbanos, medios de transporte que también notaron la escasa afluencia de viajeros.
También las urgencias de los hospitales se convirtieron durante el partido en lugares mucho menos transitados que de costumbre. Como ya ocurrió durante el Mundial de fútbol, parece que nadie se pone enfermo mientras duran los 90 minutos de un partido importante. Y aunque no enfermos, lo que peor sentó a los madrileños fue no poder acudir a la Cibeles a celebrar la victoria ante el eterno rival.
Los daños y beneficios colaterales
El fútbol afecta a más sectores que al puramente deportivo. Cada vez que hay un partido importante, lo nota mucha más gente que futbolistas y aficionados. Si bien los taxistas se las ven que difíciles para conseguir clientes, los pizzeros tienen un día con más trabajo de lo normal.
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