Vitoria

La mayoría silenciosa apoya a Rajoy

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La participación hasta cae en Galicia y País Vasco
La participación hasta cae en Galicia y País Vascolarazon

El éxito del PP en Galicia es un refrendo tanto a las políticas reformistas de Rajoy como a la buena gestión de Núñez Feijóo al frente de la Xunta de Galicia. El otro dato trascendente es el hundimiento del PSOE de Rubalcaba en Galicia y el País Vasco. Una cosa es que no consiguiera el objetivo de lograr el Gobierno gallego y otra muy distinta es un fracaso de estas dimensiones. España necesita en estos momentos de grave crisis una oposición que tenga un liderazgo fuerte y una línea política que no sea el resultado de una estrategia tan errática como incomprensible. Un partido con vocación de Gobierno ni puede ni debe promover manifestaciones como si fuera una formación minoritaria. La izquierda política, mediática y sindical esperaba que el PP no consiguiera la mayoría absoluta en Galicia para cuestionar las duras e imprescindibles medidas que ha tenido que adoptar Rajoy. Las políticas reformistas eran el eje vertebrador de su programa electoral así como de lo anunciado en el discurso de investidura, pero ha tenido que adoptar determinados recortes como consecuencia de la situación que se ha encontrado y los problemas del euro. La primera e importante cita en las urnas ha confirmado que una parte fundamental de la sociedad española mantiene su confianza en Rajoy. Por ello, la izquierda y los sindicatos deberían reflexionar sobre las medidas de presión que quieren adoptar frente a un Gobierno que tiene que afrontar la difícil tarea de sacar a España de la crisis y recuperar la confianza de los organismos e inversores extranjeros. Ningún Gobierno, sea del PP o del PSOE, adopta medidas tan duras sino tiene otra salida. Por ello, los sindicatos deberían hacer un ejercicio de responsabilidad y patriotismo en lugar de ir a la confrontación.

El resultado en Galicia es un aval para Rajoy. La amplitud tanto de su victoria como de la derrota de Rubalcaba manifiesta que el acoso de la izquierda no consigue apoyo popular. Desde hace semanas se venían planteando como un test a las políticas del Gobierno. Otro resultado se hubiera interpretado como un fracaso de Rajoy y, como no se ha producido, cabe esperar la coherencia de analizarlo con una amplitud que supera los límites estrictos de una consulta autonómica.

En lo que hace referencia al PSOE estamos ante un resultado que es muy malo en ambos comicios. Rubalcaba sale aún más debilitado, porque los dos candidatos, el gallego Pachi Vázquez y el vasco Patxi López, son personas de su total confianza. No sólo no ha conseguido capitalizar lo que creía un desgaste del Gobierno popular, sino que ha retrocedido con una inquietante pérdida de escaños. En el caso del País Vasco se pone de manifiesto que López no ha sido capaz de capitalizar la presidencia del Gobierno vasco. Ha sido un mal gestor y las urnas le han dado la espalda. El primer lendakari no nacionalista abandonará el cargo con un fracaso electoral. La pérdida de votos refleja fielmente la oportunidad perdida. Le faltó generosidad a la hora de afrontar el reto histórico y prefirió gobernar ignorando al PP, que con enorme generosidad le permitió ser lendakari. López prefirió el partidismo. Los ciudadanos no ven en el socialismo una alternativa de gobierno ni en Galicia ni en el País Vasco. Es un elemento clave sobre el que debería reflexionar Rubalcaba. Hay una mayoría silenciosa, como dijo Rajoy, que acude a votar y no está a favor de convertir las calles en un territorio de conflicto y reivindicación.

El PNV logra un resultado, a pesar del retroceso en escaños, que le permitirá formar gobierno con apoyos externos. El aspecto negativo, que no puede minimizarse, es el resultado de los herederos de la proetarra Batasuna, la coalición Bildu, que supera los veinte escaños y se convierte en la segunda fuerza. Le ha beneficiado el clima político y los deseos de la izquierda vasca de cerrar la página del terrorismo. Esto le ha permitido conseguir un cierto voto útil dentro de ese campo y situarle en un porcentaje de voto superior al 25 por ciento. La clave estará en las decisiones que adopte Íñigo Urkullu, el líder del PNV y futuro lendakari, que no quiere a Bildu como un socio de viaje. Lo previsible es que quiera gobernar en solitario con apoyos parlamentarios, especialmente de los socialistas, como ha sucedido en ocasiones anteriores. El PNV es una formación de centro derecha mientras que Bildu es un partido de izquierda radical, en el que muchos de sus dirigentes han tenido una manifiesta simpatía o proximidad con la banda terrorista. No parece que esta realidad pueda conducir a acuerdos con la izquierda abertzale. Por otra parte, el País Vasco goza de un grado de autogobierno como no tienen otras regiones en estados compuestos. No parece probable que el escenario futuro que quiere el PNV sea un proceso de exacerbación independentista y, en este sentido, cabe interpretar la calculada ambigüedad de Urkullu.