Hollywood
Aurora Bautista
Hoy puede resultar difícil comprender hasta qué punto el cine español tuvo un «star system» en los años de posguerra. No sólo grandes divas como Imperio Argentina o Amparo Rivelles, sino un completo mapa de actores y actrices que cubrían desde los papeles de galanes hasta los grandes actores de reparto, bajo contrato de la productora valenciana Cifesa. Como en los estudios de Hollywood, Aurora Bautista fue la estrella que salvó a dicha productora de la quiebra y la mantuvo con vida hasta mediados de los años 50. Ella fue su última gran diva. «El último cuplé» (1957) fue producido por Orduña y distribuido por Cifesa, arruinada por querer importar «La Dolce Vita» (1960), de Fellini. Durante la década de los años 50, nadie brilló con la intensidad de Aurora Bautista. Su fulgurante debut con «Locura de amor» (1950) fue seguido ese mismo año por dos papeles que pusieron de relieve su potencial dramático: «Pequeñeces» y «Agustina de Aragón». Tres éxitos tan enormes que se eternizaban en las carteleras españolas. Luego, sólo el teatro le procuró papeles dramáticos a la altura de su temperamento escénico.
En comparación con Amparo Rivelles y Maruchi Fresno, Aurora Bautista fue una gran actriz con un registro dramático perfecto para encarnar heroínas. Sus interpretaciones épicas de Juana la Loca, Currita Albornoz y Agustina han quedado como estampas populares del cine clásico español. Un cine un tanto anticuado, pero que pervive gracias a unas producciones populares suntuosas, repletas de hallazgos cinematográficos y de un pulso dramático del que carece el cine posterior.
Con el paso de los años, se hace difícil ver estas películas sin el desenfoque que las dota del encanto de la sobreactuación y de unos diálogos campanudos. Lo que no le quita genialidad a la cintas ni valor a sus actuaciones. En especial las de Aurora Bautista, inmensa como Juana la Loca, cuando reconoce delante de la corte, entre sollozos, su enajenación por el rey: «¿No es cierto que estoy loca? ¡Qué felicidad! ¡Creía que era desgraciada y era que estaba loca!».
No es sólo la grandilocuencia y el histrionismo que Aurora Bautista dota a sus personajes, es también el encanto que lo clásico popular procura al espectador con diálogos tan divertidos hoy como dramáticos fueron en su tiempo. Genial el que Juana la Loca le espeta a Zoraida, amante del rey: «No pudo ser más ofendida la reina católica de España». Dignos de un primoroso «tableau vivant» pintado por Lorenzo Vallés.
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