San Francisco
«A qué artista no le gustaría trabajar en el Museo del Prado»
Construye en acero esculturas de grandes proporciones –y, a pesar de ello, es calificado de «minimalista»–. Richard Serra,uno de los grandes artistas de los últimos cincuenta años, recibe hoy la Orden de las Artes y las Letras.
El escultor norteamericano Richard Serra (San Francisco, 1939) recibe una distinción que reconoce la trayectoria de los creadores y su aportación a la promoción de la cultura española en el mundo. En su caso, su vinculación con nuestro país es estrecha (además de que su padre nació en Mallorca), aunque la desaparición, en 2005, de una escultura de 38 toneladas de peso del Reina Sofía ensombreció esta relación. El domingo recibió el «honoris causa» por la Universidad de Navarra. «Oteiza dijo que la historia de la escultura está hecha por una persona y tiene diferentes nombres. Yo soy una piedra en ese muro», afirma Richard Serra. -¿Le sigue preocupando aún que una escutura suya de-sapareciese del Museo Reina Sofía?-Nunca me lo tomé como un drama; pasó y ya está. En España hay una tendencia a exagerar las cosas. -Lo que sí pone encima de la mesa es el tema del original y la copia en el arte actual.-Sobre todo, cuando el original es esculpido o fundido, que no es mi manera de trabajar. Yo hago modelos, ni siquiera el dibujo, y luego realizo el encargo en acero con unas medidas determinadas, de manera que no hay ningún detalle que diferencie a una pieza de otra, o lo que usted llama original y copia, algo que en mi caso no existe. Por lo tanto, mis obras no tienen el aura del original porque no estamos hablando de la «Mona Lisa». -¿Qué le exige al espectador cuando está delante de una de sus obras?-Yo estoy interesado por la persona, por el sujeto que mira, porque es él quien percibe mi obra desde el movimiento y la memoria, algo que tendrá que ver con su tiempo, con el tiempo que dedica. Si miras a Cézanne o a Picasso, el punto de vista ya está en la presentación. En mi obra, el contenido, o el punto de vista del espectador, está en el tiempo. -Su obra parece fría, sin embargo tiene una calidez muy primitiva.-Para acercarse a mi obra no hay que conocer la historia del arte. La puede mirar un niño o un adulto porque sólo hay que sentirla. Es como viajar, pasear por las calles y llegar hasta el puerto, hasta el mar. Un compositor dijo que mi obra es como una partitura suya, y un ingeniero me dijo que era pura ingeniería, pero tampoco es arquitectura, porque no tiene una funcionalidad. Yo, en realidad, no narro nada, lo único que quiero es que mis obras sean vividas, pero es así no porque haga... (hace un chasquido con los dedos), sino desde hace cuarenta años. -Sus esculturas tienen grandes dimensiones que le obligan a trabajar en espacios amplios.-Yo trabajo en el contexto que me propongan. Lo he hecho en algunos muy amplios, como el Grand Palais de París y en otros más reducidos. Aunque el problema no es el espacio. Hay un punto importante en la evolución de la escultura que se produce cuando Picasso hace la pieza «La guitarra», que está en el MoMA, que abrió el interior al espacio. Los constructivistas rusos anticiparon lo que suponía esta escultura revolucionaria porque se trataba de obras en las que ya podías entrar dentro. Pero Picasso no supo continuar y lo recogió otra generación. Éste ha sido el mayor paso de la escultura en el que yo sigo trabajando.-¿Le gustaría trabajar en el Museo del Prado?-A qué artista no le gustaría trabajar en el Prado... Además, yo me hice escultor después de ver «Las meninas». Tenía veinte años y estaba con un beca en Florencia, donde estudiaba pintura, cuando vine a Madrid, vi el cuadro y comprendí que era diferente a cualquier otra pintura que hubiese visto, no porque estuviese maravillosamente hecha, sino porque había un volumen de la perspectiva de la habitación, un vacío, como si alguien hubiese puesto una persiana y la habitación se proyectase allí. Yo estaba delante, implicado en el cuadro, mientras los personajes me miraban. Volví a Florencia y tiré mis pinturas y los pinceles y me dediqué a la escultura. -Y ya nada fue igual. -Un año antes, yo vivía en Francia y miraba como un devoto estudiante a Brancusi cuando llegaba a La Coupole con los cabellos manchados de yeso. Él era la encarnacion del estudio, pero ya estaba marcado por «Las meninas», por otro tiempo·. -¿Qué obra haría para el Museo del Prado?-Conozco a Miguel Zugaza, pero no tengo ningún proyecto, ni una fecha en el calendario, aunque me encantaría trabajar en el Prado. Lo cierto es que no hay nada. El patio del ábside creado por Moneo es perfecto para presentar algo de escultura.
El encargo de Tierno Galván
Richard Serra mantuvo ayer una conversación en la Fundación Mapfre con Carmen Giménez, amiga e introductora de su obra en España en los setenta. El artista recordó que, en 1981, el alcalde Tierno Galván le encargó una escultura para instalarla en la plaza de Callao. Finamente, el proyecto fue descartado por problemas de seguridad. Durante el acto, Manolo Borja-Villel, director del Reina Sofía, dijo que la obra de Serra supone una ruptura con la noción de casualidad, mientras que Miguel Zugaza, director del Prado, explicó que el origen de la escultura de Serra está relacionado con la idea del robo de las sombras que vio cuando descubrió «Las meninas».
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