Historia
Agua ardida (y IV)
Los soldados que sirvieron a las órdenes de George Patton sufrieron los rigores del mal carácter del general norteamericano tanto como los que estuvieron al servicio de Bernard Montgomery padecieron el tedio de la personalidad distante y retraída del mariscal inglés. En las páginas de «Agua ardida», la escritora Kate Sinclair sugiere que lo ideal habría sido una síntesis de ambas personalidades, sumando a la audacia de Patton la meticulosidad casi obsesiva de Montgomery, aunque uno de los protagonistas de la novela llega a la conclusión de que «la mayor parte del tiempo que el general inglés aparentaba dedicar a la planificación de la guerra, en realidad lo invertía en su acicalamiento personal». El ex combatiente con el que hablé aquella noche en el Savoy me dijo que entre las tropas de Patton se había corrido que el general Montgomery era incapaz de dar un solo paso hacia adelante sin haberse asegurado de tener a mano el jabón de tocador y la plancha para la ropa. «Tenía fama de presuntuoso y de ser un tipo relamido al que le daba asco su propio aliento. A pesar de su victoria final sobre Rommel, el norte de Africa no era lo suyo. El desierto era demasiado polvo para un tipo que parecía incapaz del imperdonable descuido profiláctico de pisar la playa sin que su ayudante de campo hubiese barrido antes la arena». Muy cuidadosa para no involucrarse en el asunto, Kate Sinclair no pudo evitar que el tono general de «Agua ardida» se muestre más complaciente con el estilo de George Patton, cuya personalidad parece sin duda más próxima a la de la novelista. Hace algunos años hablé con ella sobre los relativos valores de la guerra y me pareció francamente partidaria de los hombres en los que el instinto prima sobre la reflexión. Me dijo: «En la guerra, como en las labores agrícolas, no hay que dejar la siembra para cuando sea el momento de la recolección. Con esto te quiero decir, amigo mío, que en la guerra puede resultar fatal que los preparativos te distraigan de los hechos. Respecto de Patton y Montgomery, te diré que un coche sin frenos siempre te lleva más lejos que un coche sin ruedas. "Monty"era un buen chico, no lo dudo, pero imagino que en cualquier parque su estatua es la única en la que no se posan las palomas».
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