Combates
Al jefe tamil sólo le queda el cianuro
Unos 7.000 civiles han muerto, según la ONU, en las últimas semanas. La cifra de desplazados llega a 80.000. (Gráfico con información ampliada en PDF)
BANGKOK- Acorralado con 800 fieles pretorianos, resistiendo bajo tierra al fuego de mortero y sin escapatoria aparente, el líder guerrillero más temido de Asia, Vellupillai Prabhakaran, tiene ante sí el reto más difícil de sus 26 años al frente de los sangrientos Tigres Tamiles. Su movimiento independentista, que llegó a controlar dos tercios de las costas del país y creó un auténtico estado paralelo, está hoy virtualmente derrotado.La guerra toca a su fin y los rebeldes sucumben, uno a uno, a las embestidas del Ejército de Sri Lanka, que tiene órdenes de barrer para siempre al enemigo. Hay quien dice que Prabhakaran podría servirse de un submarino para protagonizar otra de sus estrepitosas huidas. Su portavoz, que saltó la trinchera y se entregó la semana pasada, asegura que el líder sigue allí, dando órdenes, escondido en una trinchera bajo tierra. Sus seguidores, que durante años se han inmolado a sus órdenes en atentados suicidas, ya sólo esperan que cumpla su promesa y engulla la dosis de cianuro que lleva colgada al cuello.La imagen romántica que los Tigres Tamiles han construido sobre el «invencible» Prabhakaran choca con la tragedia del pueblo tamil. Decenas de miles de civiles agonizan desde hace semanas, atrapados entre dos fuegos. La guerrilla no les permite huir y dispara a los desertores. Mientras, el Ejército aprieta el cerco y no cesan los bombardeos, desoyendo las reiteradas presiones de la diplomacia internacional, que anuncia una crisis humanitaria a gran escala. En medio a la encerrona y según datos de la ONU, más de 7.000 civiles habrían muerto en las últimas semanas. La tragedia es de dimensiones históricas, pero no hay testigos para narrarla. Sri Lanka ha creado un cordón militar para esconder lo que está ocurriendo. Periodistas y personal humanitario tienen el paso cerrado. Así que, más allá de los informes castrenses y de los partes de la guerrilla, la única información que sale de la zona la proporcionan los refugiados que consiguen burlar el cerco y ofrecen testimonios inconexos.Trágica es también la situación de los cerca de 80.000 civiles que han conseguido huir y que viven ahora como refugiados en tiendas de campaña levantadas por el Ejército en las zonas «liberadas». Sri Lanka ha prometido a la diplomacia occidental que no habrá represalias y que los tamiles que sobrevivan tendrán una vida digna. Mientras, el Gobierno de Colombo sigue utilizando un discurso incendiario, con preocupantes tonos racistas, para referirse a la etnia que combate desde hace décadas. Prabhakaran podría cerrar su leyenda con un romántico suicidio. Por su parte, los civiles que lo han seguido ciegamente durante décadas se enfrentan a la posibilidad de un genocidio. Resisten en una zona del tamaño de Central ParkDesde hace ya semanas, el Ejército de Sri Lanka tiene acorralados a los últimos Tigres Tamiles en una zona no mayor que el Central Park de Manhattan. Se trata de un área rodeada de agua y protegida con enormes trincheras excavadas por los guerrilleros, que han almacenado toneladas de víveres. Los rebeldes resisten gracias a un sistema de túneles, que protegen poniendo en primera fila a los decenas de miles de civiles que siguen con ellos. Para evitar una matanza, el Ejército dosifica la artillería.
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