Logroño

«Aun con crisis no renunciamos a disfrutar de un buen vino»

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Nació en Lérida y el amor le unió a la ciudad de Logroño, donde le resultó imposible no quedar «atrapado» por el mundo del vino. Tras pasar por el sector de la automoción, Javier Cornadó lleva más de quince años vinculado profesionalmente al caldo del dios Baco, un trabajo que, tal y como él mismo reconoce, «es todo un privilegio».
 

-Cuando la economía falla. ¿Los españoles también dejamos de beber buen vino?

-Cuando la economía falla, falla todo y el vino no es una excepción. Salimos menos a comer, de pinchos… y eso se nota en el consumo de la hostelería. Sin embargo, a pesar de la crisis, en España todavía nos gusta disfrutar de la vida, de los buenos momentos con los amigos, y eso siempre se hace con un trago de buen vino. Y cada vez de mejor calidad.

-Bodegas Bretón es una empresa familiar. ¿Cómo se ve el mercado desde una posición más humilde?

-En estos momentos, una bodega como la nuestra tiene que reafirmar su personalidad y nosotros lo estamos haciendo. No podemos entrar en planteamientos de bajar precios para vender más, que es lo que una crisis como la actual parece que está llevando a otras cavas. Ésa no es nuestra guerra. La calidad de los vinos de Bodegas Bretón siempre la hemos ofrecido a los mejores precios posibles, no tiene por qué cambiar ahora.

-¿Qué nuevos enfoques han puesto en marcha para salir del «trance»?

-La crisis ha llegado de forma muy brusca, por lo que el enfoque empresarial tiene que pasar, sin duda, por criterios de máxima austeridad en el gasto, ajuste al máximo de los stocks y simplificar en todo lo posible la oferta de productos.

-¿Y cómo se pone en práctica?

-A pesar de lo bonito y glamuroso que resulta el mundo del vino, al final tenemos que ofrecer negocio a nuestros clientes y éstos ahora van a valores seguros y a pocos experimentos. Y Rioja, para el hostelero, es un valor seguro.

-¿Pesa la responsabilidad de la D.O. Rioja?

-Aquí la cultura de Baco va más allá, ya que en nuestra tierra, el vino, el viñedo y todo su entorno es una manera de entender la vida. Y por ello, quizás, tengamos una mayor responsabilidad que el resto de los territorios.

-¿Qué tareas pendientes tiene el vino riojano de cara al mercado nacional e internacional?

-Siempre hay cosas para mejorar, pero creo que todo pasa por incorporar al mercado y al mundo del vino a la juventud.

-¿Cómo sorprenden a esos nuevos consumidores?

-Sorprender al cliente es ya muy complicado. El vino no es un producto que admita cambios radicales de manera inmediata. Requiere unos tiempos de elaboración, un mimo y un cariño muy especial, y eso va en contra de la sorpresa. No obstante, todas las bodegas que queremos ser algo estamos permanentemente pendientes de la evolución de los gustos del público.

-¿El enoturismo puede ser una buena «tabla de salvación»?

-Como negocio, es un complemento a la bodega. Es muy positivo, pues nos ayuda a dar a conocer lo que hacemos y transmitir de manera personal nuestro esfuerzo diario.