Danza

Baryshnikov vuelve el «dandy»

Mikhail Baryshnikov y Ana Laguna, durante un momento del espectáculo
Mikhail Baryshnikov y Ana Laguna, durante un momento del espectáculolarazon

La imagen de un «gentleman» ruso al más puro estilo neoyorquino irrumpió el jueves en las Naves del Matadero de Madrid con Mikhail Baryshnikov enfundado en un traje chaqueta que apenas abandonó. Su presencia estelar, forjada gracias a una trayectoria incontestable como bailarín clásico y otras apariciones televisivas más populares, no resultó suficiente, sin embargo, para ocultar carencias y su escasa evolución en la danza contemporánea. La presencia junto a él de una inspiradísima Ana Laguna en el escenario tampoco ayudó demasiado. Acompañado de una escenografía minimalista, Baryshnikov se movió sobre las tablas como Fred Astaire: seguro, elegante, coqueto y travieso, pero limitado por su físico y por la edad, y empapado de los tics del romanticismo ruso que le hizo famoso. Sencillas y efectistasPero no se puede achacar toda la responsabilidad sólo al bailarín. Los dos solos del ruso, «Valse-Fantasie» y «Years later», son coreografías sencillas y efectistas que, seguramente, no resaltan las muchas virtudes del artista. En esta última, Baryshnikov construye una parodia cuando intenta imitar su propia ejecución al ver un víideo en el que baila de adolescente. El público apreció los momentos cómicos que a través de este solo introdujo el bailarín, más suelto en interpretación gestual y porte que en la parte más técnica de la danza. Serán las tablas que dan los años. Distinto es el caso de las creaciones que se vieron del sueco Mats Ek «Solo for two» y «Place»: elevaron el nivel coreográfico de la velada y permitieron a Laguna lucir una expresividad y una plasticidad física propias del contemporáneo actual. También ella procede del clásico (las enseñanzas de María de Ávila forjaron su formación), pero la española supo desligar su intepretación del movimiento mismo. En definitiva, dejó en evidencia a Baryshnikov, sobre todo, en «Place», el sugerente paso a dos que cerró el espectáculo y dejó patente que la danza no es sólo cosa de jóvenes.