Baloncesto

Baloncesto

Cambios de guardia

La Razón
La RazónLa Razón

madrid- Real Madrid, Valencia y Sevilla han cambiado –voluntariamente, los dos primeros; obligadamente, el equipo andaluz– la dirección de sus banquillos. Los blancos, existosos en Liga, con la intención de alcanzar la «excelencia en el juego»; los «ches», en la búsqueda de un estilo de juego, y Sevilla, ante la fuga de Juande Ramos y tras el doblete de la temporada y la Supercopa de España en los primeros compases del actual curso, con el ánimo aquel de que «virgencita, virgencita, que me quede como estoy».

El presidente madridista, Ramón Calderón, vivió una temprana pañolada ante el Levante la pasada temporada. Y aguantó el tipo. Meses después reconoció que si él hubiese sido socio en lugar de presidente del Real Madrid también hubiera sacado el pañuelo. Desde aquel momento, era febrero, se dio «cuenta de que Capello no era para el Real Madrid». Alzar el trigésimo título de Liga no le hizo variar de opinión. Los resultados se le presuponían al técnico italiano, para eso le contrató, pero la dramática eliminación en Múnich o cómo se dejó escapar la Copa del Rey ante el Betis seguían pesando. «Necesitamos un director de orquesta con buen gusto», justificó Calderón para dar puerta a Capello y abrírselas a Schuster. «Capello nunca dejó de estar obsesionado con reforzar la línea defensiva y por ahí no va nuestro proyecto», añadió a su discurso de que con un título ya en sus vitrinas el Madrid tenía que seguir el camino del espectáculo además del de los resultados.

El cambio de guardia en el Real Madrid ha recibido los parabienes de todos por su éxito. Del primer proyecto de Calderón, el de Fabio, el equipo ha quedado impregnado con los valores de lucha, compromiso y entrega; del segundo, el del alemán, los madridistas han adquirido una mentalidad de dominio de los partidos. La excelencia en el juego no ha llegado todavía, pero lo cierto es que el Madrid no se ha apeado del liderato de la Liga y llega a fin de año con siete puntos sobre el segundo en la tabla, el Barcelona, y como seguro campeón de invierno. En Liga de Campeones, aunque con dudas de última hora, han acabado la liguilla primeros de grupo. Y lo que es más, el vestuario goza de la salud que no tenía hace muchos años.

El cambio de proyecto también incluyó a los dos últimos supervivientes de la guardia pretoriana del imperio galáctico: David Beckham y Roberto Carlos. No es que fuera una decisión muy popular, por el cariño de la afición a ambos jugadores, sin embargo, no hubo voces altisonantes ante la no renovación del «3» y el «23» por parte de la afición. Su marcha ha dejado un rasero mediático muy igualado en el vestuario madridista, lo que evita celos.

José María del Nido no tenía planes de cambio. Ni mucho menos, sobre todo después de que la tentativa del Tottenham por Juande Ramos no hubiera llegado a buen puerto. El técnico manchego comenzó la temporada e hizo al Sevilla campeón de la Supercopa de España ante el Madrid, pero cuando menos se lo esperaban en Sevilla, dio la espantada. Del Nido, ahora con un grande en las manos, se niega a salarios de equipo campeón y el pájaro, por no cuidarlo, voló del nido. Eso sí, con la misma calma –que los mimbres sevillistas van más allá de Juande– el presidente no buscó en el extranjero, ni siquiera en las provincias limítrofes, se quedó con lo de casa y Monchi y Manolo Jiménez, aunque a trancas y barrancas en la Liga, han conseguido que el equipo vuelva a tener confianza en sus posibilidades y en Europa no han perdido crédito alguno en su debut en Liga de Campeones.

En el Valencia, su presidente, Juan Bautista Soler, como en el Madrid, sí eligió el cambio de técnico por Koeman. Pero a la desesperada... Y con un proceder con algunos matices inexplicables. Ratificó a Quique Sánchez Flores cuando Carboni –del que prescindió– propuso su destitución antes de que empezara la temporada, confió en los veteranos Cañizares, Albelda y Angulo cuando Carboni ya proponía la idea de adelantarles la jubilación y ahora los echa sin contemplaciones. Palos de ciego que, de no salir bien, a quien señalará con el dedo la afición, será a él. Y el equipo, peor desde que Quique lo dejó cuarto en Liga a 4 puntos del Madrid.