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Cara a cara con los piratas a bordo de un buque español

Son imprevisibles. No tienen miedo a nada. Y son los únicos que pueden presumir de dinero en Somalia. Los piratas del Golfo de Adén han puesto en jaque a Occidente con su ola de secuestros. LA RAZÓN se sube a bordo de la fragata española «Numancia»

Cara a cara con los piratas a bordo de un buque español
Cara a cara con los piratas a bordo de un buque españollarazon

Somalia es un país roto en el que gobiernan el caos, el desorden y los clanes. Pero en las zonas costeras los piratas conducen los mejores coches, pasean con sus enormes cadenas de oro y se quedan con las mejores mujeres. Quizás por ello, cuando a un somalí le suena el estómago (unas 10.000 personas morirán allí de hambre este año, según la ONU) no necesita pensárselo dos veces antes de tomar un kalashnikov y lanzarse al mar.

El resto es fácil. Mediante la tradición oral, los piratas se enseñan los unos a los otros cómo actuar en el Océano Índico. Cuatro o cinco somalíes navegan en un esquife, una pequeña barca. Normalmente parten de una nodriza, que suele ser algún pesquero extranjero secuestrado. Atacan sobre las tres o las cuatro de la mañana, hora en la que las tripulaciones suelen estar más cansadas o menos alerta. Además de los lanzagranadas y metralletas tienen una escala que en muchas ocasiones está imantada, por lo que les es más fácil llegar a cubierta. Los piratas cuentan con que en Occidente no van a aceptar ningún muerto, y por ello no suelen abrir fuego contra la tripulación. Eso sí, los rescates que piden son descomunales.

LA RAZÓN ha podido comprobar, a bordo de la fragata española «Numancia», desplegada en la zona, cómo se combate a estos filibusteros del siglo XXI. Desde el pasado día 6, España está al mando de la primera misión naval de la UE contra la piratería, la «operación Atalanta», tomando así el relevo de Grecia, que ha desempeñado esta labor durante los últimos cuatro meses. Hasta el próximo mes de agosto, nadie mejor que el capitán de navío español Juan Garat Caramé y sus hombres para comprobar cómo se hace frente, en su propio terreno, a los piratas que han sacudido las conciencias de medio mundo.

A día de hoy, la piratería mantiene secuestradas a 260 personas en las costas de Somalia, y en lo que va de año ha costado a la comunidad internacional 38 millones de euros sólo en pago de rescates. Los constantes ataques ponen en peligro una ruta comercial marítima por la que navegan unas 30.000 embarcaciones al año y mantienen atemorizados a petroleros, yates e incluso a los pescadores que faenan para traer a España el 40% del atún que se consume.

¿El consejo?: «Buena suerte» Precisamente para evitar que la situación se siga yendo de las manos está en el Golfo de Adén el capitán Juan Garat. Gallego de El Ferrol, padre de cinco hijos y abuelo de dos nietos, Garat recuerda en el puente de mando de la «Numancia» los consejos que le dieron antes de zarpar: «De todo lo que me han dicho, lo que más he valorado es ¿buena suerte¿. Sí que necesitamos la fortuna porque es un verdadero reto intentar proteger tantos barcos. En ocasiones es sólo una cuestión de minutos el que la fragata pueda llegar al lugar adecuado en el momento justo. La suerte es algo muy importante».

Desde la base táctica de la operación de la UE reconocen que hay 30 minutos cruciales, desde que se recibe la alerta hasta que los piratas logran capturar el barco. «La primera media hora es el tiempo que tenemos para impedir un secuestro», dicen fuentes de la «operación Atalanta» con base en Northwood, Reino Unido. «Por eso es tan importante que haya un buque de guerra cerca, y si es con medios aéreos, mejor». Esto, y no otra cosa, es a lo que Garat llama suerte.

Al preguntarle sobre la importancia de la misión que lidera, el capitán de navío habla de una «gran satisfacción». «Como cualquier otro profesional de las Fuerzas Armadas, es un auténtico reto y una gran oportunidad para practicar todas las tácticas y ejercicios que venimos haciendo rutinariamente. Ahora es una operación real y tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos», reconoce. Y tan real. Sólo durante esta última semana los filibusteros del mar han capturado cerca de una decena de embarcaciones.

Armas en cualquier barca ¿Cómo es el enemigo al que se enfrentan los militares españoles? Hay muchas formas de definir a los piratas, pero Garat se queda con una: «Son imprevisibles». «Puedes encontrarte un pesquero de cualquier país de la zona que repentinamente se convierta en pirata -explica-. Nosotros no tenemos medios de saberlo a no ser que abordemos a cada uno de estos barcos, y esto es muy difícil». Y es que, según explica el capitán de navío, dentro de lo que parece una simple barca puede haber escondidas un montón de armas con las que atacar al primer buque que se cruce en el camino. «Y en ese momento, si no estamos muy cerca¿». El final es conocido.

Además de imprevisibles, los piratas somalíes, apenas unos veinteañeros con unas piernas más delgadas que los brazos de los europeos, exhiben otra característica aún más peligrosa, a juzgar por lo que explican los griegos de la fragata «Psara» después de patrullar cuatro meses frente a ellos: no tienen miedo a nada. Y así es muy difícil hacerles frente.

«Si un barco es atacado, la tripulación debería resistirse lo más posible y alertarnos -explica Juan Garat-. Es una recomendación muy importante, dentro de lo razonable, que no cedan ante el primer disparo, que aguanten un poquito para que nos dé más tiempo a llegar. Deben tomar medidas defensivas, como aumentar la velocidad, cambiar de rumbo o tener mangueras de agua que les empujen al mar».

Pese a la peligrosidad de los últimos acontecimientos en el cuerno de África, Garat es optimista al pensar que la piratería se puede erradicar: «Estamos aquí para intentarlo y evidentemente lo conseguiremos tarde o temprano. Desde luego no es un problema fácil, pero seremos capaces de solucionarlo». Para ayudarle en su misión, Garat cuenta con otra embarcación española, el «Marqués de la Ensenada», y con el avión de patrulla marítima, el P3-Orión, con base en Djibouti.

Los españoles que se encuentran en este pequeño horno de África se conocen la zona a la perfección, pues muchos ya estuvieron en 2002. Este periódico recorrió las calles djiboutianas con algunos de ellos. Cada uno tenía un consejo que dar o una anécdota que contar: «No hagas fotos, creen que les robas el alma» o «¿te has fijado en la droga que mascan los hombres? Se llama «khat» y está permitida a partir de las doce». En el mercado central de Djibouti, más que frutas, semillas, carne y pescado lo que se puede ver son cientos de moscas. El olor a carne cruda de cabra bajo un sol de 36 grados se impregna por todos los tenderetes¿ «Cuando quieras te llevo a la zumería donde van los franceses», propone uno de los soldados. Amables signos de hospitalidad en el tiempo libre de los que se dedican a librar a la comunidad internacional de los temidos piratas.