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De ritmos y rumbos

La Razón
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Quienes desprecian el socialismo alegando que no tiene más objetivo que el poder ni más estrategia que la propaganda corren el riesgo de olvidar que resulta letal precisamente por el éxito con que logra su objetivo y por la destreza con que despliega su estrategia. Un ejemplo de esto último es la consigna que difundió el Gobierno tras la remodelación del Gabinete: «cambia el ritmo pero no el rumbo». Con profusión de metáforas náuticas, siempre favoritas de los totalitarios de cualquier laya, Smiley y sus secuaces distrajeron hábilmente al personal. Ahora bien, la clave era una doble echada: echar a Solbes y echar sobre él la responsabilidad de la crisis. De ahí que el rumbo, que fija el patrón y no el marinero, no pueda cambiar, pues en tal caso la tripulación igual recelaría de los mandos. No, claro que no, el rumbo es el adecuado. No podría ser de otra manera estando Smiley al timón y conduciéndonos a todos a la conquista de estupendos horizontes como…y aquí puede usted rellenar el hueco con cualquiera de los señuelos con que el intervencionismo disfraza sus deficiencias, por ejemplo, «luchar» contra una crisis que él mismo ha provocado, o disfraza sus apetitos despóticos –uno habitual es «luchar contra las desigualdades»–. Sin embargo, como sabe cualquiera, una cosa es el rumbo y otra el ritmo. El capitán no puede estar todo el rato vigilando, con lo cual sus subordinados aprovechan esta circunstancia para dar rienda suelta a su proverbial holgazanería. Y este es el mensaje que el poder transmitió a través de sus medios afectos: Smiley «no está contento», informó (es un decir) la prensa adicta, y resultaba evidente que su descontento no era con el rumbo sino con el ritmo, y como el problema es la economía, el ritmo insuficiente era el de Solbes. Para redondear la maniobra se filtró que ahora sí Smiley por fin va a manejar las riendas económicas, porque antes las manejaba Solbes, no él. Dirá usted: todo esto es mentira, sólo quieren engañar y ganar tiempo hasta que pase la crisis, que pasará. Es cierto, pero Smiley no pretende confundirnos a usted y a mí sino a sus partidarios.