Israel
El cielo que te abduce por Ana Samboal periodista de Telemadrid
A medida que te acercas, se va creciendo majestuosa ante tus ojos. He descubierto esa mirada de impresión en muchos de los que llegaban por primera vez. Nunca dejará de impresionarme: Ávila recortando el cielo con sus murallas románicas. Es ese cielo limpio, de intenso azul, el que te envuelve cuando, desde los torreones –el Paseo del Rastro a tus pies, el Valle Amblés en el horizonte–, el viento ya fresco de septiembre te golpea en la cara, a veces con inusitada violencia. Parece que pudieras acariciarlo con las manos. Segundos, minutos… El tiempo se detiene…Es la misma quietud que te embarga cuando, subiendo a la laguna, el circo glaciar de Gredos, pasas el Prado de las Pozas. Lo descubres de repente: el Almanzor, el pico más alto, se alza ante tus ojos con las cumbres coronadas de nieve, incluso en verano. El aire hace saltar las lágrimas. Poderoso, no puedes dejar de mirarlo…Es el cielo que te abduce y te seduce, que roba tus sentidos, el que también me encontró a muchos kilómetros de casa, en un pequeño pueblo en el mar de Galilea, en Israel. Al amanecer, la luz blanca, naranja, dorada, rompía las nubes en chorros con inusitada violencia para tocar el agua. Sobre una blanca tumbona –preparada para agasajar al visitante con barros del Mar Muerto– divisas, circundando el lago, Libia, Jordania, Siria… Uno de los puntos más calientes del planeta y, sin embargo, ¡qué paradoja!, con tanta paz…Volveré, como vuelvo a Ávila cada fin de semana.
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