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El CNI vuelve a manos militares tras la dimisión de Alberto Saiz

El CNI vuelve a manos militares tras la dimisión de Alberto Saiz
El CNI vuelve a manos militares tras la dimisión de Alberto Saizlarazon

Hace algo más de dos meses, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero renovaba su confianza en Alberto Saiz para dirigir el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Tras cuatro años, el Ejecutivo respaldaba su gestión y le encomendaba seguir otros cuatro años. Ayer, Saiz se marchaba, harto de tratar de demostrar que es inocente de las acusaciones que vierten contra él y sin el respaldo gubernamental que hace dos meses le brindaron desde Moncloa. Precisamente de allí salía ayer su sucesor, Félix Sanz Roldán.

El que fuera nombrado jefe de Estado Mayor de la Defensa por José Bono, el mismo que puso a Saiz al frente del espionaje, ocupaba desde el relevo de la cúpula militar el verano pasado un despacho cerca del presidente del Gobierno. Zapatero le había nombrado Alto Representante en materia de Defensa para la Presidencia Española de la Unión Europea con rango de secretario de Estado. La apuesta de Zapatero por el militar de su confianza trata de normalizar la situación del Centro Nacional de Inteligencia tras unos meses convulsos, llenos de movimientos entre los altos cargos de la institución que degeneraron en enfrentamientos internos. Éstos comenzaron a ser más preocupantes en el momento en que el ya ex director del espionaje destituía al director general de Inteligencia del Centro, el tercero en cinco años.

A partir de ahí, las disensiones internas se agravaron y comenzó una presión a la que se unieron después las acusaciones anónimas vertidas desde un medio de comunicación que aseguraban que Alberto Saiz había empleado dinero público para cuestiones privadas, aunque en el Congreso justificó con facturas que se hizo cargo de los gastos. Junto a esto, la polémica con Cuba por la expulsión de un grupo de agentes tampoco ayudó a estabilizar la situación. Respaldo dudoso Tras comparecer en dos ocasiones en el Congreso de los Diputados, una en la Comisión de Defensa y otra en la de Secretos Oficiales, en la que dejó las facturas de los gastos «sospechosos», el ex jefe de los espías vio cómo Zapatero le prestaba un respaldo más que dudoso y Chacón abría una investigación para determinar qué estaba pasando en el Centro.

La ministra, que no era partidaria de su renovación como director del CNI, sino que apostaba por una mujer con un perfil más internacional, buscaba cerrar una crisis que amenazaba con saltar los muros de la casa de los espías. El sustituto elegido por Zapatero tampoco casa con el perfil que buscaba Chacón, pero devuelve el Centro a manos militares, algo que no ocurría desde tiempos del Cesid. En un comunicado, Saiz aseguraba ayer que dimitía porque este gesto «ayudará a evitar un posible deterioro del funcionamiento del CNI», y porque permanecer «podría acabar también perjudicando la imagen del Gobierno de España, al que ha servido lealmente». Lo cierto es que, más allá de los problemas en las alturas del Centro, su buen funcionamiento en estos años ha sido crucial en la lucha contra ETA y la captura de algunos de sus dirigentes, además del trabajo desarrollado en las misiones en el exterior.