Déficit del Estado

El déficit españolito

La Razón
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Cualquier ama de casa de las que criaron hijos en los años 70 y 80, de ésas que podrían haber sido ministras de economía de un país en guerra, lo sabe: cuando los gastos superan a los ingresos, hay déficit. O sea, que mal, que chunguipén, que pintan bastos y hay que apretarse el cinturón, gastar menos y procurar trabajar más para aumentar las rentas y tapar agujeros. Bueno, todo eso lo sabe cualquiera con dos dedos de frente, no hace falta haber estudiado en la London School of Economics and Political Science. Excepto nuestras autoridades competentes, que piensan de manera distinta: según los últimos datos el déficit público se ha duplicado en un mes, ya supone un 3'64 por ciento del PIB, y el superávit de la Seguridad Social se ha reducido casi un 30 por ciento en un trimestre; el déficit actual es ocho veces más que el de 2008, pero nuestras autoridades competentes (es un decir) proclaman que todo va según lo previsto. La recaudación de impuestos ha descendido implacablemente, salvo la factura de la luz, que aumenta como si nos hubiesen conectado a todos una bombilla de alto consumo en salva sea la parte. Resulta curioso observar las cifras de la evolución del déficit español en las últimas décadas. Al final del último mandato socialista de Felipe González (a. D. Z.), (Antes De Zapatero), las cifras del paro, la deuda y el déficit público eran sencillamente escalofriantes. En esta Nueva Era vamos camino de igualarlas, o incluso superarlas. Pero todo va bien, según el Gobierno. Sus explicaciones me recuerdan el sucedido de aquel tipo que se lanzó de cabeza desde la terraza de un rascacielos. Cuando caía en picado a la altura del piso 58, una señora se asomó a la ventana y, al borde del colapso nervioso, impresionada por el espectáculo que prometía un talegazo final de cine, le gritó: «¿Está usted bien? ¿Necesita ayuda?», y el suicida le respondió, tan contento: «Bien, gracias. De momento, todo va estupendamente...».