Berlín
El día que Polonia abrió el camino
Como Gary Cooper en «Solo ante el peligro». Así se presentaba el movimiento Solidaridad en los carteles de las elecciones polacas del 4 de junio de 1989. Estos comicios, aunque semilibres, supusieron el primer golpe contra los regímenes socialistas de Europa Central y Oriental, que fueron cayendo meses después como un castillo de naipes.
La crisis social y económica que arrastraba la Polonia de finales de los ochenta obligó a la dictadura comunista a sentarse a negociar con sus mayores enemigos: el sindicato Solidaridad, que con un 1,5 millones de afiliados, desestabilizaba el régimen con sus constantes huelgas generales. «O nosotros o la catástrofe», advertía el grupo, liderado por el electricista Lech Walesa.
El 6 de febrero de 1989 arrancó en el Palacio de Cultura de Varsovia la «mesa redonda», que tras dos meses de intensas negociaciones acordó la legalización de Solidaridad, la proclamación de la libertad religiosa y la convocatoria de elecciones semilibres. Semilibres porque en dichos comicios los comunistas y sus aliados se reservaban el 65% de los escaños de la Cámara Baja, frente al 35% de la oposición. En cambio, los cien miembros del Senado fueron elegidos libremente.
Sin embargo, estos últimos esfuerzos comunistas por mantener su parcela de poder fueron vencidos por el hambre de cambio de los polacos. Todos los candidatos de la oposición ganaron en primera vuelta sus escaños por más del 80% de los votos. Mientras, los aspirantes comunistas tuvieron que soportar la humillación de una segunda vuelta el 18 de junio. La victoria de Solidaridad en el Senado fue aún más apabullante: logró 99 de los cien asientos.
La deserción de los aliados comunistas (agrarios y demócratas) dejó al partido único en minoría y permitió a Solidaridad formar Gobierno. El presidente de la República, el comunista general Jaruzelski, nombró al dirigente de Solidaridad Tadeusz Mazowiecki primer ministro. Así se cumplía una de las máximas de la transición: «Vosotros el presidente, nosotros el primer ministro».
El nuevo Gobierno debió afrontar una dramática situación económica que obligaba a tomar medidas urgentes. La deuda externa sumaba 41.000 millones de dólares y la inflación rondaba el 1.000%. El encargado de conducir a Polonia a la economía de mercado fue el profesor Leszek Balcerowicz. Como ministro de Finanzas introdujo el 1 de enero de 1990 un agresivo programa de reformas, denominado «terapia de choque» que liberalizó los precios y devaluó la moneda, el zloty.
Pero el paso de una economía planificada al capitalismo tuvo en un principio un coste muy alto para la población, que sufrió paro, desabastecimiento de productos básicos y pérdida de poder adquisitivo. Veinte años después, sin embargo, Balcerowicz no se arrepiente de sus medidas. Durante un reciente encuentro con periodistas europeos en Varsovia, el ex titular de Finanzas explicó que «la experiencia muestra que la liberalización económica hace a la gente más libre» y gracias a las reformas de principios de los noventa «Polonia ha crecido mucho más que sus vecinos del Este».
Para el primer ministro, Donald Tusk, que en 1989 tenía 30 años, «la revolución democrática fue un verdadero éxito, puesto que no hubo ni un solo herido y sirvió de símbolo para otras naciones europeas». Con nostalgia, Tusk recuerda que hace 20 años «trabajaba en la universidad y dirigía un periódico alternativo». «Nunca pensé que podría tener un coche», confiesa el dirigente polaco.
Polonia recuperó en 1989 su soberanía tras medio siglo de sometimiento (a los nazis primero y a los soviéticos después) e inició su camino hacia la integración europea. Como resume el director de cine Andrzej Wajda, «durante 2.000 años hemos sido parte de Europa, que ha sido siempre nuestro referente, y, tras medio siglo, hemos regresado a ella».
Celebración por separado
La permanente guerra política entre el primer ministro, el liberal Donald Tusk, y el presidente de la República, el conservador Lech Kaczynski, no tuvo tregua en la celebración, el pasado jueves, del vigésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas desde la II Guerra Mundial. Ambos eligieron ciudades distintas para recordar el acontecimiento. Tusk fue a Cracovia, junto a otros mandatarios extranjeros, entre ellos Angela Merkel. Kaczynski eligió la ciudad báltica de Gdansk, donde nació Solidaridad.
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