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El Dorado

La Razón
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Salen ahora anuncios en la tele que nos animan a vivir en el paraíso terrenal de Seseña, donde hasta hace unos días se nos ha venido enseñando el fracaso fundacional de esa megalópolis, Sangri-Lah en abandono, el mito de El Dorado perdido en mitad del desierto que era el gran residencial Francisco Hernando, donde hoy ruedan los arbustos con el viento seco y música de duelo. Se nos quiere mostrar la caída mordiendo el polvo de «El Pocero» como metáfora del derrumbe del pelotazo. El escarmiento de un «self-made man» salido del limo fecal de la alcantarilla y elevado a las alturas del jet privado. Genio y figura del gañaneo forrado, ése al que celebraba la alta sociedad de marquesas y finos mangantes dejándose invitar a su megayate para reírse si se bebía el lavafrutas, se diría que hoy tocan los tambores para ver rodar su cabeza.Boda a todo plan¿Pero alguien cree de verdad este descenso a los infiernos de quien juró como Scarlett no volver a pasar hambre? Yo creo que todo es estrategia de imagen, sobre todo si sabemos que ha contratado a Alfredo Urdaci para que se la lleve. Pero el fondo de pocero sigue incólume para seguir untándose la pomada con adoquín guineano mientras casa este fin de semana a su hija a todo plan en la intimidad, libre de parásitos exquisitos. Al final puede que los pozos sean fuente de honda sabiduría.