Burgos
El falso aniversario de ETA
La excesiva información sobre su fecha de creación no beneficia a la lucha antiterrorista
Está de más afirmar que una de las labores más ingratas del periodismo en España en estas últimas cinco décadas ha sido el deber de informar de todos los asesinatos, secuestros, atentados, extorsiones y demás fechorías que ha cometido ETA justificándose en su delirio separatista que, hay que puntualizar, no es compartido por los vascos. Sin embargo, no conviene perder la perspectiva. En estos días, quizá por un exceso de celo mal entendido, se están dedicando numerosos reportajes al nacimiento de la banda y se está cayendo en más de un error. El primero, de contenido: ETA no nació para matar el 31 de julio de 1959, sino en la Navidad del año anterior, por lo que la «conmemoración» llega con seis meses de retraso. Este «despiste» trajo una consecuencia indeseable: una fatal coincidencia quiso que el último crimen de la banda se produjese el 30 de julio, un día antes del supuesto aniversario. No faltaron los que interpretaron, temeraria y equivocadamente, que era la forma que tenían los terroristas de celebrar su «nacimiento» y recordar así que, 50 años después, siguen condicionando la vida española y resquebrajando una paz que desean una amplísima mayoría de españoles. Los que sacaron esa lectura lo único que hicieron fue abundar en un error cuya trascendencia no es baladí, ya que se le atribuía a la banda una fortaleza operativa para sembrar el terror que no es tal. Además, se sobredimensionaron unos atentados ya de por sí graves y execrables. En este extremo conviene subrayar lo evidente: hoy por hoy, ETA está más débil que nunca gracias a la labor de las Fuerzas y los Cuerpos de Seguridad del Estado, de la judicatura y de la firme voluntad de los partidos políticos para aislarla. La unidad inequívoca se plasmó una vez más en la capilla ardiente de los guardias civiles Carlos Saénz de Tejada y Diego Salva, donde asistieron juntos el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy. No hay que olvidar que ETA mata cuando puede y no cuando quiere. Como bien recordó el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, el día anterior, horas después de la explosión contra la casa cuartel de Burgos, éste fue un «atentado fallido», simplemente porque planeaban una masacre y, afortunadamente, no hubo víctimas, que era su única pretensión. En este trágico contexto que se ha vivido esta semana, los reportajes sobre el nacimiento y la sangrienta historia de la organización terrorista se convierten en un innecesario amplificador de la banda porque, además de informar sobre datos y nombres, transmiten a la ciudadanía una sensación de robustez de los asesinos que no es tal, dándoles una entidad de la que ahora mismo carecen sin omitir, evidentemente, su peligrosidad. Además de otro aspecto que no cabe ser menospreciado: esta «ofensiva» mediática sobre los terroristas puede comprometer la estrategia informativa antiterrorista, que, como se está comprobando con las numerosas detenciones de los asesinos, es más que notable. ETA es un peligro real y dolorosísimo para la sociedad y sus víctimas pero no conviene magnificarla subrayando en rojo en el calendario la fecha del inicio de su espiral de violencia. No es el Real Madrid ni el Fútbol Club Barcelona, ni tampoco una institución que merezca que se recuerde su trayectoria como Cruz Roja o la ONU. Son una banda de asesinos que siguen enrocados en una serpiente. Suficiente tiene con hacerse presente con sus atentados como para darle pábulo por una desgraciada «efeméride» que nunca debió existir.
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