Cambios en el PP
El ministro pararrayos
Zapatero ha inventado algo insólito en la ingeniería del poder. Ha inventado el ministro pararrayos, que es el que tiene una capacidad innata y poco enviable para atraer toda la ira de la ciudadanía de tal manera que el Ejecutivo y el propio presidente de éste se salvan gracias a él y a su don magnético para los golpes. Hay presidentes que han buscado que todo su equipo fuera impecable en su gestión y lo más competente cada uno de sus miembros en su respectiva cartera. Craso error. El éxito consiste en saber seleccionar a tres o cuatro torpes que mantengan entretenido al personal magnetizando la polémica y la mala leche. Porque en realidad Zapatero no se ha conformado nunca con un solo ministro parrarayos, sino que ha puesto a tres o cuatro en cada uno de sus gobiernos. Uno se preguntaba intrigado por qué hacía ministro de Industria a Miguel Sebastián si ya había dado su do de pecho como candidato fallido a la alcaldía de Madrid. ¡Qué pregunta más inocente! ¡Por eso mismo! Uno se preguntaba por qué mantenía a Solbes y a Maleni durante tanto tiempo «sin importarle el desgaste de imagen que eso suponía», cuando el desgaste era precisamente «lo único que de verdad le importaba» y cuando a base de desgastarlos a ellos como si tuvieran vocación de suelas conseguía que el zapato, o el Zapatero en este caso, permaneciera lustroso e intacto. Se está anunciando ahora un cambio de Gobierno y, en vez de pensar en qué personas competentes y brillantes del socialismo puede meter el presidente para que le salven la cara durante lo que queda de Legislatura, hay que empezar a pensar qué nombres de patosos nacionales está barajando para que hagan esa dura y electromagnética tarea de peones prestos al sacrificio. Yo creo que está pensando en Fran Rivera como ministro de Cultura. Visto lo visto, ese hombre puede dar mucho juego como sustituto de César Antonio Molina. Su carrera de imán de las fobias es intachable. Sin hacer absolutamente nada y con sólo recibir la Medalla de Bellas Artes ha conseguido que devuelvan las suyas José Tomás y Paco Camino. A poca canchita que se le dé en ese departamento puede lograr que Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Marsé se agarren un buen mosqueo y devuelvan sus premios Cervantes. Yo me imagino un efecto dominó gracias al cual nos olvidaríamos totalmente de la crisis. Me imagino a media literatura española devolviendo sus premios nacionales, sus Nadales, sus Planetas y hasta los de los concursos de juegos florales. Como el efecto mimético de este tipo de síndromes es imparable, ya veo a John Ford y a Frank Capra saliendo de sus tumbas para devolver sus Oscar porque la Academia de Hollywood premió a Almodóvar. Ya veo a media literatura universal y a todo el cine mundial y a todo el deporte internacional y a legiones de músicos y pintores del Renacimiento levantándose de sus sepulcros para pedir la dimisión de Fran Rivera, mientras Zapatero sonríe feliz, virginal e incólume. Ya veo un torrente intergaláctico de devoluciones de premios y medallas y copas que puede aguantar con un poco de suertecilla hasta 2044, o sea hasta cuando se acabe la crisis. Y a Zapatero en esa fecha celebrando en la Moncloa sus cuarenta años de paz, hambrunas y pestes sin precedentes. ¿Que Fran Rivera ha sido duque consorte una temporada? Eso para Zapatero no es problema. Se maquilla su divorcio de republicanismo, y a correr.
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