Elecciones andaluzas

El paisaje

La Razón
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El César cansado de la Bética se ha ido sin dar la oportunidad de que lo estoqueen ni los covachuelistas ni los conspiradores ni los parados ni la Armada Invencible de la oposición, quien durante los siglos en los que el compañero Manolo echó raíces estaba más al amparo de la Virgen del Rosario que del PP. A punto estaban de cazar a Moby Dick, cuando la ballena se zambulló de un coletazo y dejó de formar parte del paisaje andaluz. Pían los que hablan a golpe de estereotipo y describen la tormenta de millones del PER desde un despacho en la Castellana: este Chaves que se va es producto de la tierra como los alfajores de Medina y los piononos de Santa Fe. Con su apetito lánguido ha engullido varias generaciones y hoy, tras este «the end», se sospecha que Chaves hemos sido todos. Veinte años que es una vida entera para una adolescente y para los demás los años que nunca volverán. Para aclarar esta paradoja del «Chaves hemos sido todos» están los cuentos de la Bahía de astilleros, cuando los obreros gritaban contra el presidente y siempre aparecía la voz de la conciencia colectiva que, por lo bajini, decía: «No sé por qué protestamos si después todos lo votamos». Quedan las torres miradores, Sierra Morena bordada de olivos, el mar quieto de los que sabiamente nada esperan y ese «malvivir que da para vivir de puta madre» con el que hemos sido educados y amamantados en la creencia de que no hay otro lugar en el mundo. En estos últimos años Chaves, capaz como los grandes guerreros romanos de abandonar el campo de batalla o el Palacio para ir al gimnasio o a vigilar el crecimiento de sus nietos, no ha dado la oportunidad a ningún Bruto. Ni siquiera su sustituto se ha manchado las manos y tampoco nadie, como aquel, ha podido decir «era a mí a quien más quería».