Consejo de Ministros

El Rey Inquieto

La Razón
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Acierta el presidente del Congreso: «No se puede repetir una legislatura tan dura». Pero la Ley de Murphi avisa: «Los errores imposibles de descubrir son infinitos, en contraste con los detectables, que por definición son limitados». La legislatura que comenzó entre gritos a Aznar se va a cerrar entre abucheos a Zapatero, y con el peor cumpleaños celebrado a la Constitución, entre el luto y la división. Los ciudadanos ya no esperan a las urnas para mostrar su hartazgo general, sucumben a los pitos y a la desafección a los políticos.

Atrás quedaron los años en que los Reyes acudían al Congreso a homenajear a la Carta Magna, arropados por todos; ahora Sus Majestades parecen estar reservados para los funerales. El Rey presente y viajero, nuestro mejor embajador en el mundo, en los últimos años ha dejado de tocar balón. Aznar trabajó para ser él mismo el mejor embajador y Zapatero ha evitado que la diligente diplomacia regia evidencie su cortedad en política exterior. Por eso, el «¿por qué no te callas?» ha sido un salvoconducto mediático, una gran oportunidad para que millones de personas en todo el mundo piensen que ese episodio ha sido para el Monarca un caudal de simpatía y liderazgo planetario, extremadamente popular. Y el Rey Inquieto ha decidido poner pie en pared y pedir juego. En casa y fuera. Y con complacencia o sin ella se ha apuntado a acompañar a las víctimas del terrorismo etarra, y se encontrará en el Eliseo con Sarkozy para felicitarle por las detenciones, apoyo sin precedentes a la política de la derrota, la de-rro-ta de ETA, porque una imagen, esa foto de los dos jefes de Estado, a solas, vale más que mil palabras. El Rey, tras las fogatas de fotos y las malquerencias nacionalistas, exige balón. En un mes cumplirá setenta años y no quiere oír de jubilación sino de homenajes en unidad y armonía. Al menos los resultados de marzo servirán para poner el contador a cero y para conmemorar el treinta aniversario de la Constitución mejor que ahora. Para desafiar esa otra ley que dice que «todo lo malo se repite».