Barcelona

El Sónar pone el broche de oro con el apabullante éxito del Sónar Kids

La décimosexta edición del festival congregó a 74.481 asistentes, una cifra ligeramente inferior a la de 2008.

El Sónar pone el broche de oro con el apabullante éxito del Sónar Kids
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Qué grande puede llegar a ser un festival para los más pequeños. El retoño del Sónar, el Sónar Kids, dio sus primeros pasos ayer en un CCCB lleno hasta la bandera de familias dispuestas a disfrutar «como enanos» de lo mejorcito de la escena electrónica y de unos talleres que, sin duda, pusieron los dientes largos a la factoría Disney. El festival de música para niños logró superar la barrera de 3.000 asistentes que se esperaban y congregó a 5.320 personas. Un éxito de participación que, según explicó la organización, va derechito a consagrarse tal y como ha hecho su hermano mayor. Ojo, ser niño ya no es lo que era. Viendo los estilismos que lucían bebés y chavales uno podía pensar que el público de los tres días anteriores se había metamorfoseado en una versión bailonga de «Los diminutos». Los más sofisticados lucían los cascos insonorizados Peltor, –los favoritos de la hija de la Paltrow y el cantante de Coldplay– y el resto no se quedaba atrás, con sus camisetas de Los Ramones, sus Wayfarer diminutas y sus minizapatillas de skater. Aunque viendo la estampa que ofrecía el escenario del Sónar Village uno no sabía quién se lo estaba pasando mejor, si ellos o sus papás. Y es que el cartel invitaba al baile. Las marionetas más gamberras del hip hop, Puppetmastaz ilusionaron a grandes y pequeños por la mañana y La Mala Rodríguez mostró uno de sus mejores directos junto al rey hispano del scratch, Griffi. Ambos tuvieron el acierto de juntarse con el «speaker» M'Baka, que no soltó el micro y no paró de animar a las «mamás» y a los más peques para crear un ambiente inmejorable.Los únicos llantos que se pudieron ver en el «show» no eran por la música, sino porque la de Jerez de la Frontera decidió soltar unos globos de colores al aire cuando dejó de rapear su «Toca, toca» y claro, a los nenes no les hizo mucha gracia. Después llegó ese genio, esa caja de ritmos andante que es Beardyman, un beatboxer que – con un sonido mucho más limpio que el que mostró en la noche anterior en el Sónar–, dejó a todos boquiabiertos e inundó el centro del Raval con sonidos jamaicanos y una pizca de dubstep y «drum and bass» relajadito. El resultado: el escenario se convirtió en una pista de baile frenética que ya les gustaría a los coreográfos de «Fama». Otra de las alegrías de la jornada fue Beardyman. Incluso la figura del techno que es Richie Hawtin se escapó de las macrofiestas «off-soneras» para acercarse a su concierto y grabarle con su «Iphone» último modelo. Hawtin y el resto de los presentes disfrutaron de este mago británico del directo, sobre todo cuando entonaba un «Don't worry, be happy» más que memorable.Laurent Garnier puso el broche final con una sesión especial para los niños a un día en el que los talleres registraron una colas de infarto. Todos querían hacerse armaduras, figuras de Lego, antifaces o pintar graffitis. Hasta el concierto/experimento de Alva Noto y la mesa interactiva favorita de Björk, el Reactable, fueron un exitazo en el Sonármatica. Capote a la crisisHoras antes, la 16 edición del Sónar cerró con unas cifras que sortean a la crisis y afianzan más, si cabe, al evento electrónico veraniego de la Ciudad Condal. Un total de 74.481 personas pasaron por el festival, 35.429 por el Sónar de Día y 30.052 por el de Noche. Los datos, aunque no superan los 81.400 de 2008, fueron valorados «positivamente» por los tres directores del festival –Palau, Caballero y Robles–. Cabe destacar que el año pasado hubo más conciertos el jueves noche, por lo que «según los tiempos que corren», la organización está satisfecha.La última noche del Sónar fue la de Orbital. Los hermanos Hartnoll consiguieron sacar el mejor ambiente del festival. Sus cuatro linternas revivieron 20 años después aquel «segundo verano del amor» en el que su magistral «Chime» revolucionó las «raves» británicas circunscritas al cinturón de la autovía que lleva el mismo nombre del dúo. La única pega era que los presentes no estaban a las afueras de Londres en medio del campo, sino en un recinto ferial vestido de cemento. Unos rayos de sol hubiesen sido la guinda perfecta a un directo brutal. Crystal Castles decepcionaEra una de las golosinas del festival. El dúo canadiense prometía ritmos raveros a base de sintetizador y alaridos femeninos juguetones en la noche del sábado, pero durante más de diez minutos sólo se pudo ver, que no oír, a una Alice Glass desgañitándose en el escenario por un fallo del equipo de sonido. La decepción del público levantó las iras de la organización, que no dudó en emitir un comunicado culpando a los técnicos «negligentes e irresponsables» del grupo. Por lo visto, los responsables del festival intentaron mediar, pero «los esfuerzos fueron en vano». Una lástima.