Turquía
El triunfo de la normalidad
Acostumbra Vicente del Bosque a decir que «todo lo que sucede conviene». Y a la selección le convenía un cambio después de ser campeona de Europa. El nuevo seleccionador ha vestido de normalidad todo lo que rodea a la selección. No hay gritos en los entrenamientos, no hay llamadas aparte a los jugadores para abroncarlos delante de las cámaras. Y sigue habiendo resultados, aunque contra Turquía se haya perdido un poco de fútbol. Del Bosque ha respetado la base del equipo al que Luis Aragonés llevó a ser campeón de Europa. Pero le ha añadido otras cosas. Por ejemplo, los extremos que a Luis se le fueron cayendo con la desidia de Joaquín y Reyes y las lesiones de Vicente. Ninguno de ellos fue a la Eurocopa y el antiguo seleccionador resolvió la ausencia de especialistas con Silva e Iniesta como interiores. El nuevo seleccionador ha probado con Capel y con Riera, que también contó para Luis. Y alterna entre el campo abierto y las paredes por el centro. Así ha sumado nueve victorias consecutivas, lo que le convierte en el seleccionador con mejor arranque de la historia, empatado con el brasileño João Saldanha. A ellas le suma los veintidós encuentros sin perder que había encadenado Luis Aragonés. Y juntos han igualado los 31 partidos sin perder de Javier Clemente, la mejor racha en la historia de «La Roja». «Hemos conseguido una inercia ganadora que hay que aprovechar», dice Del Bosque. Y por eso no quiere dejarse a nadie por el camino. El ejemplo es Güiza. Vicente desafió la lógica y la comodidad al convocarlo para jugar contra Turquía. Ya no es indiscutible en el Fenerbahce de Luis, ocupa más páginas en la prensa rosa que en la deportiva y parece lejos de su mejor momento de forma. Pero está comprometido con la selección y con Del Bosque, al que ve como una prolongación de Gregorio Manzano - «el entrenador que mejor me ha entendidido», dice el jerezano-. No es extraño que voviera a marcar, después de varios partidos sin hacerlo, el mismo día que Del Bosque anunció la convocatoria. Después aseguró que quería jugar, aunque fuera unos minutos y saliera escoltado por la Policía. Cinco le concedió el seleccionador y le sobraron dos para ganar el partido. La prueba de que su llamada era algo más que un gesto de humanidad. «Güiza es un jugador que debemos apreciar... en lo futbolístico», dice Vicente.
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