Nueva York
El último escándalo de Larry Flynt
S i en su carrera como empresario y en su vida privada plagada de rombos no ha dejado hueco alguno para el pundonor, menos tímido se ha mostrado aún a la hora de exigir al Gobierno norteamericano que le eche una mano para hacer frente a una recesión financiera que está sufriendo en carne propia. El mítico empresario Larry Flynt, que una y otra vez ha visitado los tribunales acusado de escándalo público, se ha puesto a la altura de los planes multimillonarios de rescate y exige su parte del botín. Plan de rescate Para ello, el fundador de la revista «Hustler» (prostituta, en inglés) se ha aliado a Joe Francis, que está al frente de «Girls Gone Wild» (Las chicas se ponen salvajes) con el fin de presentar una petición conjunta al Secretario del Tesoro, Henry Paulson, para que les inyecte dinero como ha hecho con el plan de 700.000 millones de dólares con las entidades bancarias. Juntos reclaman una inyección de 5.000 millones de dólares con la que esperan revitalizar su mercado, una industria que mueve al año 13.000 millones de dólares. «Merecemos la misma consideración que otros negocios. En los momentos económicos duros, los estadounidenses se apoyan en el entretenimiento. Y la gente cada vez más y más apuesta por el de contenido adulto», recuerda Francis. Flynt, en su habitual tono campechano, asegura que «con toda la miseria económica y la gente perdiendo su dinero, el sexo es la cuestión más alejada de sus mentes, por eso ha llegado el momento del Congreso rejuvenezca el apetito sexual de América». En su cruzada, no cuentan con los directores de cine erótico que, lejos de quejarse, reconocen que su negocio se consolida. Lo que más les preocupa son las descargas ilegales en internet, alrededor de 150.000 y 200.000 cada día. Las asociaciones en contra de la industria pornográfica han solicitado ya que no se tome esta petición en serio. Incluso el demócrata Brad Sherman ha acusado a los dos hombres de utilizar «la actual crisis económica para lanzar una obvia campaña de comunicación». Hay otros que sí les apoyan pero cuestionan que los contribuyentes estadounidenses tengan que costear con sus impuestos la industria del porno. Así pues, malos tiempos para la lírica, pero también para la líbido.
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