Galicia
Elecciones para el cambio
Ibarretxe hace coincidir los comicios vascos con los gallegos para arañar votos
El lendakari y candidato del PNV a la reelección, Juan José Ibarretxe, anunció ayer que los comicios autonómicos serán el 1 de marzo, el mismo día en que se celebrarán las elecciones gallegas. La coincidencia no parece casual. Es cierto que el Gobierno vasco no fuerza los plazos electorales y que ya había advertido de que la cita electoral sería en marzo, pero el hecho de que haya elegido a sabiendas la misma jornada que fijó el presidente Touriño para Galicia obedece a un cálculo estrictamente partidista y electoral. El PNV cree que de este modo obtendrá cierta ventaja en la carrera hacia Ajuria Enea, que bien podría ser decisiva dado el virtual empate que las encuestas le dan con el Partido Socialista de Euskadi (PSE).
En efecto, según el último Euskobarómetro, el candidato socialista, Patxi López, podría convertirse en el próximo lendakari si recibiera en su investidura el apoyo de los diputados del PP. Aunque el sondeo da la victoria a los nacionalistas del PNV en el número total de votos, los socialistas serían la primera fuerza parlamentaria en la Cámara de Vitoria al aumentar su número de diputados de los actuales 18 hasta un total de 27. De confirmarse tales pronósticos, el Gobierno del País Vasco podría experimentar un cambio radical por primera vez desde la instauración democrática. De ahí que los nacionalistas, aferrados al poder desde hace 29 años, traten de aprovechar cualquier ventaja, por modesta que parezca, para no perder su mayoría parlamentaria, único aval que le permitiría seguir en Ajuria Enea. Así, al fijar el mismo día electoral que en Galicia pretenden dividir y dispersar el apoyo del PSOE a su candidato, Patxi López, que tendrá que compartir ayudas y protagonismo con el candidato gallego, Pérez Touriño. Además, no será difícil que los dirigentes socialistas incurran en contradicciones según el escenario, pues mientras que en el País Vasco el eje central del discurso será una crítica al nacionalismo, en Galicia será lo contrario, una defensa de los últimos cuatro años de Gobierno de coalición con los nacionalistas del BNG. De todos modos, es evidente que el PSE llega a estos comicios en las mejores condiciones de las últimas décadas, concretamente desde que en las elecciones de noviembre de 1986 fuera el partido con mayor número de escaños. En aquella ocasión, el PSE renunció a encabezar el Gobierno de Vitoria y decidió dárselo al PNV en una decisión que más tarde no dejarían de lamentar todos los dirigentes socialistas. Lo cierto es que ahora el PSE alberga fundadas esperanzas de romper su techo electoral (que no ha superado los 19 diputados) y erigirse en el primer partido por número de escaños.
Aunque sólo fuera por razones de higiene democrática, que exige la alternancia en el poder, no cabe duda de que sería muy saludable para el País Vasco un cambio de color en Ajuria Enea. Tres décadas de nacionalismo monocolor han sumido a la sociedad vasca en una inercia estéril y paralizante, sin perspectivas alentadoras. Nada simboliza mejor ese callejón sin salida en que el PNV ha metido al ciudadano vasco que el «Plan Ibarretxe», irresponsable huida hacia delante de un partido y de un líder a los que se les han agotado su crédito, su capacidad de gestión eficaz y, sobre todo, su autoridad moral para garantizar la convivencia pacífica en el País Vasco. Unos gobernantes que han sido incapaces de impedir el exilio de decenas de miles de vascos a causa del terrorismo están descalificados ética y políticamente para seguir en el cargo. ¿Será capaz el PSE de asumir el relevo sin complejos y sin buscar la sombra protectora del PNV?
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