Exposición
Encantados de conocerse
La mira y, por una vez, ella se muestra indiferente, más pendiente de no descomponer su figura por un resbalón inoportuno. La anterior hiperactividad del presidente francés se ha transmutado en el noble arte de la contemplación, eso sí, con la mirada teñida de escepticismo, como si pensase: «¿De verdad que esta mujer, que ahora se muestra tan ausente, que no inaccesible, es mi esposa?». Pues sí, para alegría de los cronistas del corazón que, hasta la llegada de los Obama, habían encontrado en ellos a unos sucedáneos de los Kennedy. Cada uno de sus movimientos es analizado, fotografiado... Ahora, toca descansar y Sarkozy por fin tiene tiempo para observarse en su intimidad, en un día de playa de esos que transcurren lánguidamente. El más activo, ese perrito, una prolongación estética del matrimonio, todo elegancia displicente y sin disimular que está encantado de haberse conocido. Como ellos, vamos.
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