Oviedo

Felipe y Letizia ellos también cambian

Felipe y Letizia, ellos también cambian
Felipe y Letizia, ellos también cambianlarazon

PRÍNCIPE FELIPE

El futuro no espera: Quizá debería ejercer un liderazgo en áreas de la sociedad que requieren un impulsoHan pasado cinco años. Cinco. Sin duda para el Príncipe Felipe habrá sido el quinquenio más intenso de su vida. Pasar de ser Príncipe Heredero y casadero –perdón por la rima– a ser responsable padre de familia es todo un paso. Todo un cambio. Y es precisamente ese cambio personal y afectivo el más importante que ha dado su vida en estos años. Y es bueno que así haya sido.Pero claro, es el Príncipe Heredero. Y eso implica algo más, aunque no estemos ya como en Holanda, contando los días para que la reina Beatriz de los Países Bajos pase el testigo a su hijo. Y la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Qué ha hecho el Príncipe de Asturias durante este tiempo? La primera respuesta parece sencilla: tener hijos –hijas en su caso– y asegurar la continuidad dinástica. No es poco ciertamente. ¿Algo más?Si analizamos esta etapa, lo primero que echamos en falta es, por lo menos en apariencia, la falta de estrategia en la Zarzuela, en lo que se refiere al papel del Príncipe y sus actividades como heredero del Trono. Es verdad que ha seguido con sus viajes a las tomas de posesión del los presidentes electos hispanoamericanos; es verdad que ha viajado por España; cierto que su agenda ha estado repleta de actos protocolarios y que se ha prodigado en inauguraciones y aniversarios. Y todo eso está muy bien. Pero esa presencia responde a una planificación, a una imagen que se quiere transmitir, a un papel que hay que consolidar, ¿o se trata más bien de dar respuesta a la cascada de peticiones que desde los cuatro puntos cardinales se hace a los Príncipes? Tengo para mí que responde más a lo segundo. Y aquí no hay nada que reprochar al Príncipe.

Cambio de imagenPero ha habido cambios. Cambios importantes. El primero, la gestión de su vida en lo que a los medios de comunicación se refiere. El Príncipe no tenía muy buena imagen. Sus fracasados «noviazgos» y la imagen de que no hacía nada habían dañado su poco conocida personalidad. Tras su boda con Letizia Ortiz –para algunos, ella tiene mucho que ver en este asunto– las cosas han cambiado sustancialmente. Se le ve relajado y sonriente. Atiende a los medios con interés y convicción. Han proliferado sus visitas a grupos de prensa, diarios y emisoras de radio. Ni que decir tiene que la popularidad de su esposa ha tirado para arriba de la pareja en lo que a aceptación se refiere. Otro tanto de la simpatía e imagen con sus hijas. Pero la imagen es volátil. Y, de la misma manera que Carlos de Inglaterra pereció engullido por la popularidad, y algunas otras cosas de Lady Di, no estaría de más comprender que la imagen se gestiona cada día, en cada acontecimiento. Pero no lo ha hecho nada mal. Dos ejemplos: el suicidio de la hermana de la Princesa de Asturias y el libro de la Reina. Los Príncipes estuvieron en su sitio. Ni una palabra más, ni un gesto menos. Meteduras de pata ha habido pocas: no fue lo más oportuno que la Princesa se encarara con un periodista por más que tuviera razón. Creo que ya aprendió de aquello. Por eso me atrevo a señalar que el gran acierto del Príncipe, de los Príncipes, durante esta etapa ha sido la gestión personal de su agenda. La reserva en sus viajes y vacaciones, en su tiempo de ocio, en su vida privada… Y no era fácil, por el interés que suscitan. Por tanto, ¿qué problema hay en que el Príncipe empiece a disponer también de una Casa propia, de un Jefe de Casa que diseñe un plan de acción. Más pronto que tarde los Príncipes heredarán el trono y es bueno que las dudas que Don Felipe aun pueda suscitar se despejen. No estaría de más que reforzara su papel institucional, sus contactos con la generación más joven de políticos, con las comunidades autónomas, con empresas e instituciones. Su relación con los medios muestra bien a las claras cual es el camino a seguir. Es cuestión de estrategia, pero también de equipo. Y los Príncipes lo necesitan: pequeño para ser operativo y que sepa reaccionar con rapidez y adelantarse a los acontecimientos. Han pasado cinco años. Cinco años no son nada. Pero el futuro no espera. Hay que ganárselo cada día. Es la lección que su padre conoce muy bien.

LA PRINCESA DOÑA LETIZIALejos de las nubes, cerca de la gente: La Princesa ha aprobado con nota estos años de aprendizajeDoña Letizia Ortiz, Princesa de Asturias, ha pasado en cinco años de periodista de los servicios informativos de Televisión Española, y, antes, de la CNN, a futura Reina de España. Cuando se hizo pública su relación con Don Felipe de Borbón, la abuela paterna, la radiofonista Menchu Álvarez del Valle, la definió con tres palabras: inteligente, fuerte y bondadosa. Y es algo que ha demostrado en este lustro, en el que ha habido muchas luces (destaca entre ellas el nacimiento de sus dos hijas, Leonor y Sofía) y algunas sombras, como el fallecimiento de su hermana pequeña, Erica, de su abuelo paterno, Jesús Ortiz, y de su abuela materna, Enriqueta Rodríguez. Si Doña Sofía mantenía hace años que «una Reina no se improvisa, ser Princesa es una segunda piel con la que se nace», la vida y sus azares han hecho que la Reina matizase aquellas palabras: la cuna ya no es imprescindible, y la sangre azul se ha mezclado con la roja. Doña Letizia ha aprobado con una nota muy alta estos cinco años de aprendizaje que cambiaron su vida radicalmente, y ha sabido integrarse con prudencia y con firmeza en la Familia Real hasta el punto de que muchos observadores perciben un intercambio de valores entre la recién llegada y el entorno de los Reyes: mayor espontaneidad en las apariciones públicas, una preocupación social más abierta y patente, unas comparecencias públicas en que no se oculta el amor que se profesan los Príncipes, y la influencia inevitable de su profesión de periodista en cada una de sus palabras y de sus gestos, por mucho que haya pasado de dar noticias a ser noticia.Personalidad artesanalEn la España de la grave crisis económica, Doña Letizia, al lado del Príncipe de Asturias, y tal como hacen los Reyes, ha entendido que la Corona no puede estar de espaldas al país de los cuatro millones y pico de parados, y tampoco al margen de los más desvalidos. Haber nacido en el seno de una familia que se tenía que ganar el pan es algo que imprime carácter y que, aunque te tienten las nubes, te obliga a mantener los pies en el suelo. Y, desde su privilegiada situación, esa preocupación social nada tiene de demagógico ni de espectáculo calculado, sino que transmite una espontaneidad que llega a la gente, porque Doña Letizia también es gente y vientos del pueblo la llevan.Cuando viaja a Oviedo, su ciudad natal, se reúne con sus amigas de siempre, una de ellas telefonista en un diario asturiano y otra representante de unas bodegas. La burguesía de la ciudad en la que Clarín escribió «La Regenta» no conoce a Doña Letizia más que por la prensa, porque ese mundo cerrado de la ciudad provinciana no es el de la futura Reina de España o, al menos, no de un modo preferente.Quienes mejor la conocen hablan también de otras cualidades, además de la inteligencia, la fortaleza y la bondad. Hablan de una mujer tenaz, voluntariosa, a la que jamás le dio pereza levantarse de madrugada para ir a la televisión; también de una persona de carácter, de estallidos, perfeccionista y exigente consigo misma. Su vida no fue fácil, y su personalidad se forjó artesanalmente. Sólo le tiene miedo al propio miedo, y su sentido del humor es de gran sutileza. Ella y Don Felipe se complementan bien, y tienen en común el sentido del deber y la convicción de que la Corona está al servicio del pueblo. Aquella niña vivaz y con condiciones de liderazgo fue después una universitaria brillante, con una gran curiosidad intelectual y una certera mirada profesional hacia los problemas de su tiempo. Así, se cumplen cinco años de forja, de maternidad, de compromiso, de amor, de dolor y de alegría.