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Francia

Francia literatura a renglón seguido

Francia literatura a renglón seguido
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A veces, la concesión del premio Nobel a tal o cual autor significa también un reconocimiento a toda una literatura nacional. En el caso de la francesa esta consideración no es necesaria, pero provoca que el mundo cultural pose los ojos en la actualidad de su literatura. Nos referimos a Jean-Marie Gustave Le Clézio, del que varias editoriales españolas han ido publicado viejos títulos y su última novela, «La música del hambre» (Tusquets), ambientada en la Segunda Guerra Mundial.Le Clézio representa al escritor moderno, gran viajero y políglota, curioso de muchas culturas, polifacético en diversos géneros, experimentador con el lenguaje y los argumentos narrativos, heredero de las tendencias filosóficas como el existencialismo y sensible a los problemas sociales del siglo XXI. Y eso en buena medida ha caracterizado a la literatura gala: la rebeldía ante los caminos trillados, desde el «nouveau roman» que personificó Alain Robbe-Grillet –ensayista, narrador y guionista de cine–, que murió el año pasado y que afirmaba que no había fronteras entre la ficción y la biografía, como podría haber dicho la Marguerite Duras de «El amante».En tela de juicioTales rasgos marcan la trayectoria de autores como Pascal Quignard, interesando en la música, la Antigüedad, los límites del lenguaje –desde parámetros similares a Maurice Blanchot–, el Daniel Pennac de «Cómo se hace una novela» o «Mal de escuela», y el Michel Houllebecq de «Las partículas elementales» o «Plataforma», relatos subyugantes que ponen en tela de juicio la civilización moderna. Precisamente, la obra de Houllebecq fue comparada con «El extranjero» de Albert Camus, autor que ahora es objeto de estudio, desde la reflexión periodística, en un libro de Jean Daniel, «Camus. A contracorriente» (Galaxia Gutenberg).Le Clézio, Pennac, Houllebecq, Amélie Nothomb... y muchos otros –el propio Camus, Marguerite Yourcenar, Duras– han nacido fuera de Francia, y tal vez esa vivencia multicultural se refleje en sus narrativas, que ya no buscan construir un mundo concreto, al modo decimonónico, ni basar su historia en una técnica retórica, en la irrepetible senda de Proust (Lumen, con «El tiempo recobrado», culmina la traducción de «En busca del tiempo perdido»). El escritor de hoy narra lo fragmentario, y se apoya sobremanera en sus lecturas e influencias, como Pierre Michon, quizá el narrador francés más prestigioso. Con «Vidas minúsculas» se transforma en un trasgresor del género que convierte las vidas de Faulkner y Beckett en materia literaria.Viaje físicoAsí, el yo íntimo, culto, crítico, participa del mundo y lo expresa a su manera, muy a menudo mediante el viaje físico, que es un trayecto hacia uno mismo. Patrick Modiano, que tan hondo ha calado en el lector español, presenta en «Calle de las tiendas oscuras» (Anagrama) una trama de misterio cuyo principal enigma es el pasado del propio protagonista investigador. Es un ejemplo de autor profundamente literario que ha logrado la popularidad y ha traspasado fronteras. En este sentido, hay numerosos casos de autores franceses que saben bien lo que es gozar de un éxito tanto de crítica como de público: Ana Gavalda –que fue todo un fenómeno de ventas con «Quisiera que alguien me esperara en algún lugar»– y Fred Vargas –especialista en novelas policíacas–, que mediante traducciones masivas, han llegado a millones de lectores, son algunos ejemplos.Repasando los libros de los citados, se concluirá que la narrativa francesa aporta originalidad, intelectualismo, valentía estética y cierto exhibicionismo, una explotación del yo que acaba siendo un imán para el lector común: nadie sabe mejor de esas cuestiones, entre los narradores jóvenes, que Nothomb, la mujer nómada que, en «Ni de Eva ni de Adán» (Anagrama), cuenta su relación con un muchacho japonés a los veinte años. Muestra de cómo, si hay talento, la verdad, la real y la imaginada, se transforma en otro tipo de verdad, ficticia, literaria, artística.