Real Madrid
Fútbol taurino
Que el fútbol y los toros siguen siendo dos pasiones nacionales que se complementan, nuestro opio particular en esta vida de pesares con urgencias narcóticas, es cosa sabida. Hasta el punto de no saber, a veces, si en el ruedo se juega a la pelota o en el campo a dar pases descargados de suerte. A los matadores les exigen que metan la pierna y a los futbolistas se les celebra con olés cuando les sale una jugada. Cuando la cosa va mal, en ambos terrenos les tiran almohadillas. Por eso, es de extrañar el pequeño jaleo que se ha montado, con amenaza de sanción, tras el salto del banquillo al burladero que se pegó Sergio Ramos.Al racial defensa del Real le entró una necesidad antes de acabar el partido y pegó una espantada digna de Rafael de Paula en sus mejores tiempos. «¿A dónde vas?», le pudo decir el otro Ramos, Juande, como si le viera poniéndose el clavel en el escudo de la camiseta. «¡A los toros, míster!», contestaría él, lo que a mí me parece una perfecta razón, viendo el ramplón juego victorioso del Madrid, para cambiar de escenario en una humana y natural exigencia de emociones. Para los que dicen que el jugador no corre lo suficiente, tendrían que haber cronometrado lo que tardó en llegar desde el Bernabeu a Las Ventas.El único traspiés, vaya, es que su salida del estadio por chicuelinas fuera para ver a Talavante encerrado con seis morlacos sin fe de Sánchez del Cuvillo. El diestro amigo reclamó la presencia de Ramos ante la ausencia de otros ramos de flores y vueltas al ruedo en su voluntad de resurrección. En una tarde fría y gris de cornejas guarecidas y tedio soplando en el viento. Donde el fútbol y los toros sólo valían la sanción de una semejante inanidad existencial.
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