Ammán

Jordania acoge al Papa con entusiasmo

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AMMÁN- El Papa comenzó su visita a Jordania ayer, viernes, día sagrado y festivo en este país de mayoría musulmana. Centenares de personas madrugaron para, desde primeras horas de la mañana, situarse en las inmediaciones del aeropuerto de Ammán. Iban a ver al Santo Padre. Decenas de autocares componían una larga fila en la carretera cuando aún quedaban cuatro horas hasta la llegada de Benedicto XVI. Ammán se había vestido ya, días antes, con los colores de la bandera jordana y el blanco y amarillo del Vaticano. Y con los diferentes tonos de los uniformes de distintos cuerpos del Ejército y la Policía que velan por la seguridad en cada esquina. Jordania esperaba al Papa y los jordanos, orgullosos de vivir en Tierra Santa, «en la tierra de Abraham y de Moisés», repiten incansables, confían en que el Santo Padre contribuya a que sea un lugar de paz, la tierra de todos. Minutos antes de que el avión del Pontífice aterrizara, jardines y explanadas del aeropuerto acogían a muchos de esos hombres de uniforme que se arrodillaban a orar según la fe musulmana mientras esperaban la llegada del Santo Padre de los católicos. «Esta tierra es Tierra Santa, no estamos ¿al otro lado¿. Por aquí pasó nuestro Señor Jesucristo, y los profetas, especialmente Moisés, Elías y Juan el Bautista», explicó a LA RAZÓN el padre Refaat Bader, portavoz del Vaticano en el reino del río Jordán. Ésta es la primera vez que Benedicto XVI visita Jordania, pero es la tercera ocasión en la que un Pontífice moderno viaja a este país. «Hoy nos acordamos de Pablo VI, que vino en 1964, y de Juan Pablo II, que nos visitó en 2000. Ambos dejaron una buena semilla y estamos recogiendo su fruto. Y vamos a sembrar semilla nueva», afirmó el portavoz del Vaticano. A las dos y media aterrizó el avion de Alitalia. Horas de preparativos y larga espera llegaban a su fin. La música y el uniforme vistoso y colorido de la Guardia Real anunciaron que faltaban sólo minutos para ver al Santo Padre descender las escalerillas del avion. A los pies de la escalerilla le esperaban la máxima autoridad cristiano-ortodoxa, el alto mando musulmán de la Casa Real jordana, el patriarca latino custodio de Tierra Santa y el Nuncio en Jordania, junto a los reyes Abdalá II y Rania. Ya en los saludos entre los monarcas y el Papa, entrañables, incluso cómplices, se palpaba algo especial. Los discursos del rey y del Santo Padre dejaron claro algo fundamental: es imprescindible la concordia entre los pueblos. «Mi esperanza es que podamos difundir el diálogo que no teme la luz de la verdad, un diálogo que, justamente celebra nuestro legado común y profundo», afirmó el monarca, que añadió: «Debemos ofrecer nuestra ayuda para alejar la sombra del conflicto». Se refería Abdalá «al derecho de los palestinos a la libertad y a una nación y el derecho de los israelíes a la seguridad». El Santo Padre, que había escuchado al rey con atención, se presentó como «un peregrino que viene a Tierra Santa para venerar los santos lugares» y recordó que el reino de Jordania ha sido «desde hace mucho tiempo la vanguardia de iniciativas en favor de la paz en Oriente Medio y sosteniendo esfuerzos que se dirigen a una justa solucion del conflicto palestino-israelí». «Espero -finalizó el Santo Padre- que mi visita nos ayude a crecer en el amor por el Dios Altísimo y Misericordioso y en el amor fraternal de los unos por los otros». En su recorrido hacia la ciudad, niños y jóvenes se agolpaban a un lado y otro de la carretera quela une con el aeropuerto a Ammán. La mayoría de ellos llevaban «kufilleh», una bufanda con el mismo dibujo blanco y rojo del pañuelo típico árabe. Después de muchas horas de espera, saltaban de alegría sin parar de agitar las banderitas amarillas. Jóvenes y niños de colegios católicos jordanos daban la primera bienvenida popular al Papa. Esa misma prenda típica lució poco después el Pontífice al visitar el centro para minusválidos Regina Pacis. Un matrimonio se lo puso sobre los hombres durante las ofrendas en la oración que realizó a su llegada. Una muchedumbre le esperaba allí con cantos y gritos de júbilo. El Pontífice se acercó a saludar a la multitud y a varios discapacitados físicos y psíquicos y dio su bendicion a una emocionada enferma en silla de ruedas. En este centro, que pertenece al Vicariato Latino de Jordania, el Papa recordó la necesidad de «permanecer con los que sufren».