El Cairo
La cita con las urnas ablanda a Ahmadineyad
46 millones de personas concurren a votar, más preocupadas por una inflación que llega al 25 por ciento.
Aunque no va a haber cambios sustanciales en el sistema político iraní –pues el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, ha de velar porque se cumplan los principios de la Revolución Islámica–, se espera que el próximo presidente, que saldrá de las urnas hoy, adopte una actitud conciliadora con Occidente. Incluso el propio Mahmud Ahmadineyad, que busca su reelección, ha dejado de enseñar los dientes a Estados Unidos y le ha tendido la mano a Barack Obama.
En el mitin de cierre de campaña, el mandatario ultraconservador dijo ante una multitud que si sale reelegido desea «una relación justa y de respeto con Obama», al que invitó a un debate cara a cara en la sede de Naciones Unidas.
Ahmadineyad atraviesa un momento de baja popularidad y ha intentado a marchas forzadas recuperar la confianza del electorado. Su arma principal es un discurso populista, y la prédica del programa nuclear iraní, su principal carta.
El mandatario iraní sostiene que con su política exterior ha devuelto la «dignidad» y la «conciencia (de la valía propia)» al país. Pero para la mayoría de los iraníes, la mejora de sus condiciones de vida es mucho más importante que el número de centrifugadoras para enriquecer uranio.
Sus rivales lo han acusado de «extremista» y de hundir la economía del país por «la mala gestión» durante su gobierno. En estos últimos cuatro últimos años, Irán ha ganado 200.000 millones de dólares por la venta del petróleo, más del doble que en los ocho años anteriores, pero la inflación se ha disparado al 25 por ciento.
Conciente de que el reformista Mir-Husein Musavi presenta una amenaza para la continuidad de su mandato, Ahmadineyad ha tomado una actitud a la defensiva, incluso, hasta llegar al punto de creer que hay una conspiración para derrocarle.
Electorado preocupado
Tras dos semanas de campaña electoral, marcadas por las acusaciones y descalificaciones recíprocas, ha llegado el momento de poner a prueba al electorado iraní, compuesto por 46 millones de personas. La crisis económica, la elevada inflación y el desempleo son las principales preocupaciones de los iraníes, por lo que una gran parte del electorado podría darle el voto a Musavi, que durante su campaña se ha dirigido a la clase trabajadora y los sindicatos. «Siempre estuve del lado del trabajador y seguiré haciéndolo en el futuro y, a diferencia del actual presidente, mantendré lo que digo», ha reiterado el líder reformista en reiteradas ocasiones.
Musavi representa la esperanza del cambio. Desde su visión reformista, defiende que Irán necesita «un cambio drástico» en su política internacional, que pasa por dejar a un lado la política de confrontación para empezar a desplegar un diálogo constructivo con el mundo, pero sin renunciar a «la dignidad nacional». Lo que propone el candidato reformista, –que aspira a llevar a Ahmadineyad a una segunda vuelta, prevista para el 19 de junio– es retomar el diálogo con Occidente sobre la polémica nuclear, pero insistiendo en que Irán jamás renunciara al «derecho» a desarrollar este tipo de energía.
Reproches
Asimismo, Musavi le reprocha al presidente Ahmadineyad que con su postura radical en la disputa nuclear y en Cercano Oriente, el país se ha ganado enemigos innecesarios en el extranjero.
La discriminación de las mujeres y las minorías étnicas, el hostigamiento a los defensores de los derechos humanos y la total ausencia de libertad para expresar críticas al régimen podría suponer una pérdida importante de votos para Ahmadineyad si el sector femenino acude a votar.
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