Literatura
La duración del disparate
abulosas narraciones con historias», la primera novela de Antonio Orejudo, se publicó en la entonces recién nacida editorial Lengua de Trapo, que vino a cubrir un espacio para la publicación de obras que rompían con el canon literario dominante, por entonces mayoritariamente en los derroteros de un realismo, bien de aire costumbrista moderno, bien nostálgico y sentimental, o metaliterario.
Buena parte de aquellos autores dieron el salto a esas grandes editoriales con mayor peso y prestigio. A Antonio Orejudo le ocurrió con su segunda novela, «Ventajas de viajar en tren», que le proporcionó un reconocimiento que el autor ha sabido consolidar a un ritmo personal y sin impaciencia. Quizás porque Orejudo ha sabido hacerse con un espacio ajeno a los vaivenes literarios, su actual editorial ha decidido rescatar, once años después, «Fabulosas narraciones por historias».
«Fabulosas narraciones por historias» es una novela de novelas, en la que se entremezclan, con descaro y naturalidad, multitud de voces e historias de ficción y realidad, aunque la que sustenta el hilo argumental es la de tres jóvenes, recién llegados a Madrid en los años veinte, que se hacen amigos en la Residencia de Estudiantes.
Descritos con humor y ferocidad por un narrador que busca provocar la risa, estos tres personajes –Santos, un palurdo que descubre su obsesión por las mujeres maduras; Patricio, un sobrino de José Mª Pereda, aspirante a escritor famoso convencido de su heredada genialidad; y Martiniano, un sobrino de Azorín que detesta a los intelectuales desde que su tío le sacó un ojo de un bofetón– nos llevarán de la mano a un recorrido carnavalesco por la vida cultural y literaria de la época. A través de una mirada disparatada iremos viendo desfilar a un despótico Juan Ramón Jiménez mimado por la dirección de la Residencia y detestado por los residentes, o a un lascivo e intrigante Ortega inmerso en la trama de crear una nueva generación literaria.
Un desfile grotesco que el rrelato de Orejudo escolta con un cortejo de textos y discursos diversos, que van desde el consultorio de una revista pornográfica o los ecos de sociedad de una publicación femenina a fragmentos de memorias o ensayo literario. Con tal planteamiento no es de extrañar que «Fabulosas narraciones con historias» recibiera entusiastas elogios por lo que tenía de transgresión. A día de hoy, estos méritos siguen ahí, aunque son inevitables dos hechos: que en la abundancia narrativa actual de lo metaliterario y posmoderno, esos valores resulten menos novedosos y transgresores, y después, que la decisión editorial de volver a ponerla en el punto de mira literario nos obligue a mirar más allá de esos méritos. Lo que en este caso significa decir que esta novela peca de excesos, tanto en las repetitivas incursiones en la retórica literaria como en el abuso de la vulgaridad como chiste; demostraciones de brillantez y gracia que, en algunos momentos, consiguen asfixiar no solo la historia, sino también a los lectores. Algo que quizás hubiera evitado el autor si una extraña fidelidad a la obra no le hubiera impedido revisarla, lo que, sin embargo, los lectores, a los que nos gusta que se cuente con y para nosotros, hubiéramos agradecido.
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