Ministerio de Justicia

La Ética de la Justicia por Álvaro Redondo Hermida

La Razón
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Asume los valores compartidos y la solidaridad, que sólo puede estar basada en el respeto de los derechos de todos, de las mayorías y las minorías; de los ciudadanos y de los extranjeros; de los creyentes y de los agnósticos; de los indefensos y de los que pueden defenderse

 

La Ética de la Justicia cree en el ser humano, dotado de dignidad, y protegido por los derechos fundamentales. Cree en la igualdad de todas las mujeres y todos los hombres, sin que el nacimiento o las capacidades de cada uno puedan establecer barreras entre las personas. La Ética de la Justicia asegura la libertad de decir lo que se piensa sin riesgo alguno, aunque lo que se piensa no responda a lo que espera la mayoría. Defiende el pluralismo político, en el que todas las opciones respetuosas de la dignidad tienen cabida. La Ética de la Justicia asume los valores compartidos y la solidaridad, que sólo puede estar basada en el respeto de los derechos de todos, de las mayorías y las minorías, de los ciudadanos y de los extranjeros, de los adultos y de los niños, de los libres y de los presos, de los creyentes y de los agnósticos, de los indefensos y de los que pueden defenderse.

La Ética de la Justicia impregna todo su ámbito, y llega a cuantos tienen la misión de convertir en realidad los valores constitucionales. Llega al Juez, llamado a juzgar, a ejecutar lo juzgado, y a prestar las garantías de cualquier derecho. Alcanza al Fiscal, llamado a promover la Justicia en defensa del interés público, a velar por los derechos fundamentales y la legalidad. Llega al Secretario Judicial, llamado a conferir la fe pública a todas las causas y a impulsar el procedimiento. Abraza al Letrado, que asegura que no haya un derecho que no pueda reclamarse, ni un acusado que sea indigno de defensa, ni víctima que no merezca protección. Llega al Funcionario de Justicia, sin cuya labor técnica sería imposible asegurar una de las más altas funciones del Estado.

La Ética de la Justicia no es teórica, sabe que hay que dar, aquí y ahora, a cada uno lo que es suyo, y desciende del derecho abstracto al juez concreto, y planea sobre su mesa en su juzgado, y no se aleja nunca de sus cosas y sus causas, como sombra de la Verdad, como cómplice de la Prudencia. La Ética de la Justicia no cuenta los días ni las horas de trabajo, y sólo conoce la entrega solidaria y la dedicación sincera, y está pendiente de la preocupación del ciudadano que espera a la puerta. Revisa los procesos con cuidado, para que ningún acusado absuelto pierda un segundo de su libertad, para que el culpable comience de inmediato a reinsertarse cumpliendo una pena humana y justa.

La Ética del juez es especial en el ámbito de la Justicia, y consciente de su misión no se prodiga socialmente ni busca los honores ni la fama, sino que hace de la austeridad del trabajo una bandera, hace de la sencillez de trato su designio. La Ética del juez es profundamente respetuosa de la Ley, expresión de la voluntad del ciudadano. Sabe que las leyes no se dictan para que unos grupos dominen sobre otros, para que una moral se imponga a otra, para que unos ciudadanos afrenten a los otros, para que una ideología se adueñe de las conciencias. Sabe que las leyes se dictan para permitir la convivencia en paz, respetando el derecho de los demás, de los otros, de los que piensan de modo diferente, de los que son diferentes de nosotros.

La Ética del juez no se deja presionar por la opinión pública, opinión necesaria que está construida de crítica legítima, de aplauso evidente y de memoria débil. La Ética del juez no busca la riqueza, más bien considera su misión como un medio de vida decoroso, equilibrio entre un trabajo bien hecho y una paga digna del mandatario de un pueblo digno y soberano.

La Ética del juez considera la discreción como la mayor garantía de acierto en la búsqueda de la Verdad, huye del elogio interesado y de la disputa inútil, no es amiga del encumbramiento y resiste a la invectiva parcial y resentida. Sabe que la misión del juez se desarrolla mejor en la seriedad de la sala y en la intimidad del despacho. Sabe que la labor del juez siempre es callada, nunca estridente, nunca llamativa.

La Ética del juez busca la serenidad en su tarea, y es consciente de que si su actuación siembra la discordia, ha llegado la hora de rectificar, porque la labor del juez es aquélla que nunca se nota cuando aquél está presente, pero que se demanda con premura cuando falta o no puede actuar como debe: proclamando el Derecho, haciéndolo cumplir y dando ejemplo.