Bruselas
La Sanidad el gran reto
BRUSELAS- «La salud de los animales está relacionada con el mercado interior, por lo tanto con el dinero. Entonces sí tenemos algo que decir». De esta manera, un portavoz de la UE resume, con todas las precauciones de utilizar la brocha gorda, dónde pincha y corta Bruselas cuando se trata de regular la vida de 500 millones de europeos.
Si el cuidado de mascotas o animales de granja pasa por la capital europea, el bienestar de los ciudadanos queda en las manos exclusivas de la madre patria nacional. Centenares de páginas escritas en las instituciones comunitarias recuerdan que la ambición de los 27 Estados miembros no va más allá de una «sana» colaboración, como se ha visto en el caso de la gripe A.
El pasado curso político, los «eurócratas» pudieron dar algunas zancadas, colándose por la puerta de las competencias del mercado interior. La más importante llegó con la llamada directiva de la Sanidad transfronteriza, con la que el Parlamento Europeo recordó que la libre circulación de personas debe conllevar la libre circulación de pacientes. Una cuestión sensible, en la que los países no sólo son celosos con sus competencias exclusivas, sino que también están preocupados por el enorme gasto que cada año devoran los hospitales de la UE (hasta un 7,6% del PIB comunitario). No obstante, sólo un 1% del gasto sanitario total se destina a peticiones transfronterizas.
La propuesta que la Eurocámara aprobó en abril, y que todavía tiene que ser vista por los países, complementará a la tarjeta sanitaria europea, y permitirá que un ciudadano pueda viajar a un Estado miembro para recibir un tratamiento pagado con fondos públicos.
Los pasados cinco años también dejaron progresos en campos como el de los profesionales de la salud. Así, los eurodiputados aprobaron otra directiva con la que también se hizo realidad la Europa sin barreras para los médicos, enfermeros o dentistas. Desde 2005, se facilitó la movilidad de estos facultativos y se creó un sistema único para valorar sus titulaciones entre los diferentes países de la Unión.
«La posición del Parlamento Europeo en temas como éstos ha sido muy importante», destaca la portavoz de Sanidad de la Comisión Europea, Nina Papadoulaki.
El papel de Bruselas también es muy visible en las cuestiones alimentarias, que, como señala la funcionaria «no dejan de estar relacionados con la salud de los europeos».
En un año y medio, las autoridades comunitarias han prohibido las importaciones de carne de Brasil, y actuaron en las crisis de la mozarella italiana, la leche china, el cerdo irlandés o el aceite de girasol ucraniano.
Luiza Bara, responsable de políticas de la Alianza Europea para la Salud Pública (EPHA), coincide en que una de las grandes tareas para los próximos años llegará desde el frente alimentario, con la tramitación de la nueva normativa del etiquetado de comida. La nueva directiva establecerá un código de colores que castigará los productos con peores nutrientes que circulen por la Unión.
En su opinión, no obstante, el gran desafío no será tanto de contenidos, sino de perspectiva. «Se debe terminar con el planteamiento exclusivamente industrial que se da a determinados temas de salud, como es el caso de los farmacéuticos».
Añadió que «los ciudadanos no tienen que ser vistos exclusivamente desde la perspectiva del mercado interior». Cogiendo de nuevo la brocha gorda, los europeos esperan ser algo más que mascotas para Bruselas.
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