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La semana en la que el régimen fue cuestionado desde dentro

La Razón
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Madrid- Los resultados oficiales de las elecciones iraníes que otorgaron al presidente ultraconservador Mahmud Ahmadineyad la reelección con un 63% de los votos, el doble que su principal adversario, el reformista Mirhossein Musavi, que se quedó con un 34%, han sido tan polémicos como difícil parece determinar su presunta falsedad. En la República Islámica de Irán, la Comisión Electoral está controlada por el Ministerio del Interior, así que no existe un organismo independiente que garantice la fiabilidad del proceso democrático. El régimen tampoco permite la presencia de observadores internacionales porque los considera una injerencia extranjera; pero sí acepta a académicos independientes. Desde Teherán, el director del Observatorio Electoral TEIM de la Universidad Autónoma de Madrid, Luciano Zaccara, explicó ayer a LA RAZÓN que el origen de la confusión está en cómo se realizó el recuento electoral final. «Fue en el Ministerio sin la presencia de los interventores de las cuatro candidaturas», subraya. Lo que incumple uno los criterios que las autoridades iraníes querían introducir en el proceso para mejorar en transparencia.

REGISTRO ELECTRÓNICOTampoco funcionaron el registro electrónico de votantes que se ponía en marcha el 12-J, ni el escrutinio electrónico. En Irán no se trabaja con un censo electoral, pero en esta ocasión los colegios iban a inscribir a los votantes en la red. Un mecanismo que no se pudo aplicar en las urnas móviles desplegadas por toda la geografía. Zaccara, además, explica que en el viernes los centros itinerantes se ampliaron a 12.000 y que en éstos es más complicado prevenir el voto doble. Asimismo, no resulta viable el sistema de recuento electrónico en unas «papeletas tradicionales, escritas de puño y letra, que no están adaptadas a una lectura informática». Pese a la versión oficial, a este experto en política iraní no le encaja que una hora después del cierre de los colegios, se tuviera el 20% de los votos escrutados.

DATOS ALTERNATIVOSLa noche electoral transcurrió en medio de una gran confusión con las proclamaciones de victoria de unos y otros. A las 23.30 horas, Musavi compareció en su sede de la plaza de Fatimi en Teherán y se proclamó vencedor con el 65% de los votos, según la información que manejaban sus delegados y que había sido recopilada en los colegios. Más tarde, explicó que una fuente acreditada del Ministerio del Interior le había avanzado su victoria con un 57,2%. Una ventaja suficiente con la que se descartaba la segunda vuelta y Ahmadineyad, con un 28% de los votos, iba a ser enviado al banquillo político. El conservador, Mohsen Rezai quedaba tercero con un 7,2% y Mehdi Karroubi cuarto con un 6%. Estos días ha circulado una tercera versión, también interesada puesto que la difunde un asesor del reformista Karroubi, que relegaría al actual presidente a la tercera plaza.Cuarenta minutos después de la salida del candidato reformista, la agencia oficial Irna emitió, en la madrugada del sábado, una nota en la que daba a Ahmadineyad como ganador con el 60% de los votos.

CONTRA LA TRADICIÓNEl peor «tufillo» surge a raíz de la aparición de la máxima autoridad política y espiritual de la República Islámica, Ali Jamenei, que rompiendo con la normativa electoral que otorga tres días para el recuento y la verificación de los votos, proclamó en la noche electoral el triunfo y, por tanto, la continuidad de su delfín político. Un controvertido anuncio que no consiguió los efectos deseados, puesto que los ciudadanos optaron por salir a las calles y exigir nuevas elecciones. Jamenei tampoco ha conseguido contener a los otros tres candidatos que, aunque pertenecen a los círculos de poder del régimen, consideran que las elecciones han sido un «fraude» y han dejado la credibilidad del sistema en entredicho. No son las primeras revueltas en un modelo que contemporiza la legitimidad con el monopolio del poder pero sí las primeras muestras de las múltiples fisuras en el «establishment» religioso que aprieta con fuerza su puño como única salida aparente.