El Puerto de Santa María
La última fuga de «El Lute»
madrid- Ya no se trata de elegir entre el camina o revienta del que hizo, muy a su pesar, su primer mandamiento. A sus 66 años, la disyuntiva de Eleuterio Sánchez «El Lute», el delincuente más famoso del franquismo, era otra. Cargar, como ha hecho hasta ahora, con una condena a muerte por el atraco a una joyería en 1965 o vengarse de la historia borrando de un plumazo ese juicio de las hemerotecas. Ha optado, claro, por lo segundo. La última fuga de «El Lute» es la de su pasado, pero en esta postrera peripecia de una vida rica en sobresaltos ya no necesita tirarse de un tren en marcha para burlar a la Policía, ni escapar de una prisión a oscuras entre ráfagas de ametralladora. Le basta, y a eso se encomienda, con la Ley de Memoria Histórica, el ariete jurídico con el que piensa hacer añicos su hoja delictiva. Amparándose en esa normativa, pretende que se declare «radicalmente nulo», según ha confirmado a Efe, un proceso que tilda de juicio sumarísimo y que, se queja, se celebró sin ninguna garantía para el procesado. «A sus órdenes» ¿Sus argumentos? Fue condenado por un tribunal militar -pese a tratarse de delitos comunes- que le aplicó la Ley de Bandidaje y Terrorismo, una norma «político-represiva» con la que, se queja, el franquismo pretendía en realidad ajustar cuentas con los enemigos del régimen. Para conseguir su propósito, cuenta con Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla, y con el abogado Jesús López de Lemus, que promoverán la revisión del proceso. Su asidero será el artículo 3 de la ley, que declara la ilegitimidad de los tribunales del franquismo creados «con vulneración de las más elementales garantías del derecho a un proceso justo». Y es que el abogado de «El Lute» en ese juicio era un teniente lego en Derecho que al tomar la palabra se cuadraba ante el fiscal, un general del Ejército, con una exclamación nada tranquilizadora para su defendido: «¡A sus órdenes!». Pero ¿puede la Ley de Memoria Histórica anular un juicio por un delito común? Dado que la norma se refiere al «carácter radicalmente injusto» de las condenas impuestas durante el franquismo por razones «políticas, ideológicas o de creencia religiosa» éste será el principal obstáculo de los abogados de «El Lute» para conseguir su objetivo. No era la primera vez, aquélla de 1965, que Eleuterio Sánchez rendía cuentas ante la Justicia. Con veinte años visitó la cárcel por primera vez tras ser condenado por robar dos gallinas. «Más cornadas da el hambre», que diría Manuel Benítez «El Cordobés». Tres años después, participa en el atraco a una joyería que se salda con la muerte de un vigilante. Ahora sí, «El Lute» es condenado a muerte por un tribunal militar, una pena que después se le conmuta por 30 años de prisión. También se le culpará del fallecimiento de una niña de siete años en un tiroteo con la Policía, que él siempre atribuyó a una bala perdida disparada por un agente. Una copla para una huida Con el tiempo, su historial delictivo sumará más de mil años de cárcel de condena, sobre todo a raíz de dos sonadas fugas, que escriben para los restos en su tarjeta de visita un título, toda una leyenda: el fugitivo más buscado del franquismo. La primera se produce en 1966, cuando salta de un tren en marcha que le traslada de la prisión de El Dueso (Santoña) a Madrid, donde debía ser juzgado. Tras ser capturado, ingresa en la cárcel de El Puerto de Santa María, donde el 1 de enero de 1971 celebra la llegada del nuevo año con otra fuga, ésta más asombrosa si cabe. Tras abrir un agujero en la pared, es sorprendido cuando la rudimentaria cuerda con la que confía salvar los muros de la prisión no puede resistir su peso. Los disparos de ametralladora no impiden la huida. Esa peripecia deja una coplilla en el acervo popular: «Tres cosas tiene El Puerto que no las tiene Albacete: El Lute, El Arropiero y el olor del Guadalete». Escondido en un colector de Sevilla, escribe las primeras líneas de sus memorias, «Camina o revienta». Capturado en junio de 1973, vuelve a prisión, donde se licencia en Derecho, todo un ejemplo de superación. En 1981, cuando se le concede el indulto, recupera por fin la libertad.
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