Escritores
Las costumbres
Propone don Mariano Rajoy que los inmigrantes extranjeros se comprometan, por contrato, «a cumplir las leyes, respetar las costumbres de los españoles, aprender la lengua, pagar sus impuestos, trabajar activamente para integrarse en la sociedad española y regresar a su país si durante un tiempo no encuentran un empleo». De todas estas condiciones, la que resulta más inquietante es la de respetar las costumbres, si es que por ley les van a obligar a hablar a voces en las tabernas, a dormir la siesta, a cabrearse con los otros automovilistas si van al volante, a decir «usted no sabe con quién está hablando», a llegar tarde a todas las citas, a llamarle «cari» a la parienta o «papi» al pariente, a llevar calcetines blancos, a arrojar una cabra del campanario, o a dirimir las íntimas patologías psicosociales tras los curas, ya sea con un trabuco o con un cirio. En su último artículo, César González-Ruano sentenció en el párrafo final: «Morir es perder la costumbre de vivir», pero el maestro se había puesto metafísico porque, como «Rocinante», llevaba varios días sin comer, y no es ese concepto existencial de la costumbre el que nos ocupa, sino el que recoge Sebastián de Covarrubias en su «Tesoro de la lengua castellana o española»: «La costumbre hace ley, entiéndese cuando no hay ley en contrario, ni repugna a la razón y justicia». Estaba uno gozoso pensando que de los gitanos íbamos a aprender el respeto a los viejos de la corrala, y de los ecuatorianos el sentido sosegado del tiempo, y de los rumanos su tenacidad, y de los portugueses su digna cortesía, y de los argentinos su amor al idioma de Cervantes y de José Hernández, y de los brasileños el ritmo de su alegría, y de los chinos su ritual amabilidad, y resulta que los queremos hacer a todos ellos amoldarse a nuestras costumbres, al escaso entusiasmo por sentirse hijos de una misma patria o al afán de ostentación de los pedantes y de los nuevos ricos...
Está bien que las costumbres de los españoles sean respetadas. Pero no es malo que aprendamos también de las costumbres de los demás, de esa fuente clara que es el mestizaje y la diferencia.
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