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Las mujeres de Klimt

Las mujeres de Klimt
Las mujeres de Klimtlarazon

Gustav Klimt representó el papel del inconformismo en una Viena decimonónica y burguesa. Frente a los trajes cruzados y sombreros de hongo, antepuso las satisfacciones que proporcionan las vidas sexuales escandalosas al sosiego de las familias ejemplares. Y en la antesala de su habitación de trabajo compartían espera señoritas decentes, mujeres burguesas, damas de alta sociedad y una tentación de modelos pelirrojas. Su estudio era un desastre de dibujos sueltos –ejercitaba la muñeca todos los días, porque pensaba que era la base de su pintura–. La editorial Electa Arte publica «Klimt», el catálogo completo comentado de la obra pictórica del artista. Un estudio que comenzó en 1988 y que recoge 253 pinturas. Está dirigido y coordinado por Alfred Weidinger, director adjunto del Albertina Museum de Viena, y se aportan estudios pormenorizados del «Friso Beethoven» y el «Friso Stoclen» –que se ha vuelto a fotografíar, por primera vez, desde 1914, para esta edición–.
Sífilis secreta
El libro cuenta con una serie de artículos, firmados por expertos como Marian Bisanz Prakken, Manu Von Miller, Susanna Partsch, Sibylle Rinnerthaller, Michaella Seijer, Alice Strobol, Alfred Weidinger y Eva Winkler. El tomo, que contiene 600 imágenes, ha reproducido todos los trabajos a gran tamaño e incluye las últimas conclusiones y teorías. Aborda temas diferentes: los cuadros de las facultades, el paso del color al ornamento, los paisajes –la parte menos conocida–, el catálogo, una biografía que da cuenta de su talento y sus pobrezas (el secreto de su sífilis) y un acercamiento a su vida personal y a las mujeres que habitaron su universo simbólico, como Sonja Knips, una «femme fatal» bella, dorada y moderna; María Zimmerman, una modelo recia con la que tendría dos de sus tres hijos –Gustav y Otto–; María Ucicka, una lavandera de Praga, que él empleó en su domicilio y que acabó convirtiéndose en la madre de su tercer hijo, Gustav Ucicky.
399 cartas de amor
El texto se detiene en Emile Flöge, con la que compartía veranos a orillas del lago Atter –fuente de sus paisajes– y un punto de vista semejante en el arte y las relaciones: eran adictos a la independencia y alérgicos al compromiso. Durante mucho tiempo no se comprendió qué tipo de relación los unía hasta que en 2001 apareció una carta de amor de Klimt que se sumó al descubrimiento, en 1983, de 399 misivas. El enigma quedaba resuelto. «Klimt intentó mantenerse lo más libre posible de obligaciones y construyó una red femenina compuesta por modelos, las madres de sus hijos, su compañera inseparable, Emile Flöge, sus mecenas femeninas de la alta burguesía y sus hermanas solteras», podemos leer. Se llega a aducir que «el estrecho vínculo con sus hermanas y la madre es el motivo de su incapacidad para las relaciones amorosas».