Los antibolonios

Antes se llamaba bolonios a los españoles que cursaban estudios de doctorado de Derecho en la Universidad de Bolonia, en Italia. Era una tradición antigua, que contribuyó a dar entidad y prestigio a los estudios de Derecho españoles, excelentes de por sí. También fueron una muestra temprana y longeva de cómo el saber y las prácticas profesionales son globales por naturaleza. Lo que ahora se conoce como plan Bolonia es un intento de continuar ese camino. No todo es digno de encomio. La gestión del proyecto ha dado a veces la impresión de una imposición, algo ajeno a las universidades afectadas: a partir de ahora ya no habrá licenciaturas, sino grados, lo que es un ejemplo de falta de burocratismo y falta de sensibilidad. Tampoco acaba de estar muy claro si se trata de establecer unos estudios europeos o si se ha querido incorporar algunos elementos característicos de la universidad norteamericana. En España, donde casi todo el mundo reconoce que una buena dosis de americanismo vendría muy bien, se seguirá echando de menos la movilidad del profesorado característica de las universidades estadounidenses. Tampoco se avanza mucho en la adaptación del programa a una forma de enseñar y de aprender más volcada en el trabajo del alumno que en la clase tradicional. Sigue habiendo, por ejemplo, demasiadas asignaturas y demasiadas horas de clase como para que los nuevos planes cambien viejas costumbres. Nada de todo esto justifica la tendencia de un grupo de estudiantes a manifestarse violentamente contra la reforma. En realidad, esta protesta se explica por razones ajenas a Bolonia. En primer lugar, un dogmatismo bien cultivado, que equipara los cambios con el capitalismo salvaje y otros eslogans para adolescentes perpetuos. En segundo lugar, la propia estructura de gobierno de la universidad pública, que lleva a canalizar cualquier protesta hacia afuera y se presta por tanto a la manipulación política de los desacuerdos. Los antibolonios son la hijuela, en apariencia protestona, de la ideología izquierdista predominante en bastantes universidades españolas. El cotarro, lo que vulgarmente se llama el «establishment», se reproduce.