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Los bajos

La Razón
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Creo que los «chequeos» están en baja. En esto de la salud hay modas –«culturas» que diría un pedante– y los chequeos ya no se llevan; la cultura del chequeo ha muerto y casi mejor, porque entonces, cuando te hacías mirar todo cada año hasta que llegaba la edad en la que empezaba a ser posible que hubiera que cambiar un manguito, que el rodamiento no rodara o que la maquinaria perdiera aceite, dicho sea con todos los respetos, justo entonces se te quitaban las ganas de seguir con la liturgia del chequeo, cuando empezabas a intuir las orejas del lobo y cuando un médico, en confianza, te decía que eso no servía para casi nada, como mucho para asegurarte tu buena salud hasta que abandonabas la clínica con un informe esperanzador, claro, pero lamentablemente efímero.
Ahora se lleva más –y es bueno– ir a lo concreto. No se trata de pasar una ITV completa, porque a ciertas edades da igual que funcione o no un intermitente. De lo que se trata ahora es de revisar los bajos por la sección de urología y, como mucho, una vueltecita por el cardiólogo, más que nada para que esa bomba alucinante se sienta amada y pueda seguir amando. En esto hemos imitado a las mujeres que han sabido preocuparse antes –y nunca es bastante– de los bultos en los pechos y de esos «bajos» que han pasado de ser un expresión más bien machistorra a convertirse en una preocupación compartida.
He pasado con éxito los dos exámenes y al final uno termina como queriendo entrañablemente a su próstata, «Muy bien, pequeñita y muy definida», te dicen, y te dan ganas de acunarla, de cambiarla, en todo caso, los pañales para que siga siendo así.