Nueva York
Los tesoros que no tocará Odyssey
Tras derrotar en los tribunales a Odyssey, el Gobierno español buscará pecios en cuatro «cementerios arqueológicos» para adelantarse a los expoliadores
Un trozo de madera de un barco hallado a 560 metros bajo el agua. La certeza de que justo allí se fue a pique un galeón cargado de plata. Y el anhelo de hacerse con el botín submarino más suntuoso jamás imaginado. Este es, por ahora, el único reclamo que hay del «Santo Cristo de Maracaibo». Y, sin embargo, la simple sospecha de que este galeón español pueda estar hundido en la costa gallega ha traído de cabeza durante décadas a los buscadores de tesoros de medio mundo. No es para menos: se cree que del interior de las tripas del buque, despanzurradas al chocar contra unas rocas el 5 de noviembre de 1702, cayó al fondo del mar un valioso cargamento de 900 toneladas. ¿Mucho? Muchísimo. El botín que ahora debe devolver Odyssey a España pesa... ¡17 toneladas!
Los guardianes del esqueleto del «Maracaibo» –un grupo de arqueólogos empeñados en sacar a la luz el mítico galeón– han contabilizado en los últimos años «al menos seis ‘‘cazatesoros''» merodeando por la zona en busca de una pista, sólo una, que les lleve a la ruta de la plata. Hasta ahora. El «raptum interruptus» de Odyssey ha sido como un aldabonazo para el Gobierno español, que va a poner en marcha este verano un proyecto para levantar una carta arqueológica del patrimonio sumergido y rescatar los pecios más valiosos antes de que lo hagan los piratas.
El peor temporal
Los dos primeros objetivos son el «Santo Cristo de Maracaibo», frente a las Islas Cíes, y el «Reina Regente», un buque hundido en 1895 frente a las costas de Cádiz en medio del peor temporal que se recuerda en la zona. Pero no sólo eso. Según explica el almirante Gonzalo Rodríguez González-Aller, director del Órgano de Historia y Cultura Naval del Ministerio de Defensa, la Armada buscará también, en una primera fase, barcos hundidos en otros dos de los más codiciados «cementerios» marinos españoles: el puerto de Cartagena y el arsenal de La Carraca, en San Fernando (Cádiz). En el primero, el menú para los historiadores no puede ser más completo: desde barcos fenicios y romanos hasta los restos del crucero «Baleares», hundido por los republicanos durante la Guerra Civil con más de mil personas a bordo. En cuanto al segundo, el que fuera el más importante astillero de la Armada de Cádiz, la esperanza es encontrar un buen plantel de pecios bien conservados gracias a la capa de fango que cubre el subsuelo marino, el mejor truco para la eterna juventud. «La carta arqueológica es un aviso para navegantes para todos aquellos que tengan la tentación de expoliar yacimientos –afirma el almirante González-Aller–. Los bienes de Estado son del Estado, no de quien los encuentra».
Nadie contó con los ingleses
No obstante, ningún proyecto despierta tanta expectación como el rescate del «Santo Cristo de Maracaibo», un barco con todos los ingredientes para convertirse en una leyenda. Empecemos por el principio: cuándo, cómo y por qué acabó yéndose a pique ante el balcón de Vigo. El galeón español pertenecía a la flota de las Indias de 1702, especial por muchos motivos. Ante todo, porque era la primera vez que llegaba en cuatro años, en lugar de los dos habituales. Segundo, porque llevaba una carga de caudales inusual: 20 galeones repletos sobre todo de plata. Y tercero, porque era el último asidero que le quedaba a una Hacienda española exhausta por tanta guerra. Nadie contó, sin embargo, con que los ingleses interceptarían los barcos y derrotarían a la flota en la batalla de Rande. El plan estaba perfectamente trazado: durante días cargaron la plata en sólo tres galeones –el «Maracaibo» entre ellos– con la intención de remolcarlos hacia la «Pérfida Albión». Sólo uno llegó a su destino. El segundo se hundió en el Canal de la Mancha y el «Santo Cristo» frente a las costas gallegas.
Sobre él han revoloteado durante décadas toda suerte de cazatesoros; de andar por casa unos, pícaros otros, y retorcidos, muy retorcidos, los más. Pero aquí está la sorpresa: ninguno de ellos ha buscado donde debía hacerlo, según sostiene José Enrique Lechuga, experto de la Fundación para el Fomento del Mar y el único que hasta la fecha ha hecho un rastreo exhaustivo del pecio. «Es un error pensar que se hundió en la misma costa de las Islas Cíes, donde se le busca». ¿Dónde está entonces? «Ah, no lo puedo decir. Eso sería dar pistas a los piratas». El almirante González-Aller da un paso más: «No se hundió por varar, sino por ir mal remolcado».
Como recuerda Lechuga, al comandante inglés responsable del «secuestro» le montaron un consejo de guerra al llegar a Londres, pese a que la Corona inglesa supo sacar provecho al botín del único barco que llegó. «Con la plata que llevaba el tercer galeón la Reina Ana puso los fondos para crear el Banco de Inglaterra –explica–. Eso da una idea del tesoro que se perdió». ¿Cuánto? Quién sabe. ¿900 toneladas? Aquí va otro ingrediente para alimentar la leyenda: el «manifiesto de cargo» (el inventario de la mercancía) fue oportunamente robado de los archivos ingleses.
En el último medio siglo no han sido pocos los que han buscado el «Santo Cristo», desde el aventurero norteamericano John Potter, que se fue con las manos vacías, hasta un buque inglés que en 2006 pidió permiso para recuperar el cobre hundido de un mercante francés y que, según todos los indicios, se dedicó a buscar los restos del galeón. En la zona se han fotografiado ya 15 de los 50 naufragios documentados, desde naves musulmanas hasta petroleros, vapores y el submarino General Mola que Mussolini regaló a Franco. Del «Santo Cristo» no hay ni rastro.
La imprudencia del capitán
Ante la previsión de que el rescate del galeón pueda retrasarse, una posibilidad que la Armada no descarta, la primera actuación será la del «Reina Regente». En la desgracia de este buque hundido el 10 de marzo de 1895 frente a Cádiz con 412 soldados a bordo, la mayoría de ellos de reemplazo, no hay que buscar más culpables que la conjunción de tres nefastas casualidades: un diseño defectuoso de la nave (que la hacía muy pesada en la proa), un endemoniado temporal y la precipitación del capitán, que jamás debió echarse a la mar. El barco acababa de partir de Tánger, donde había dejado a una incómoda comisión marroquí que urgía devolver cuanto antes, enviada por el sultán para pactar unas indemnizaciones. Cuando el comandante, Francisco Sanz de Andino, dio la orden de regresar era evidente que se avecinaba una tormenta. ¿Por qué lo hizo? Luis Mollá, capitán de navío e historiador, aventura una hipótesis: «Al día siguiente se entregaba en Cádiz un barco, el «Carlos V», que era el orgullo de la Armada. Toda la España naval estaría ahí, y estoy seguro de que Andino no se lo quiso perder. Por eso salió con una de esas tormentas que se producen allí cada cien años». El único superviviente del naufragio fue un perro terranova, rescatado sobre una de las maderas, y que acabó volviendo a la casa vacía de su dueño, el alférez de navío José María Enríquez, muerto en el naufragio.
Los restos que hallen los expertos de la Armada en el armazón de la «Regente» ayudarán a completar el puzzle. Pero que nadie se haga muchas ilusiones. «Lo que hace Odyssey es sólo la punta del iceberg –advierte José Enrique Lechuga–. Hay muchos ‘‘cazatesoros'' que trabajan en el anonimato y cometen expolios realmente sangrantes».
Prioridades del «Plan antipiratas»
La Armada empleará el cazaminas M31-Segura y el buque «Neptuno», que están dotados de un sónar de barrido lateral, equipos de buceadores y un sofisticado robot submarino no tripulado (ROV). La primera fase del proyecto incluye el rastreo de cuatro «cementerios arqueológicos»:
1. Islas Cíes. Se buscará el «Santo Cristo de Maracaibo», hundido el 5 de noviembre de 1702 con un tesoro en plata.
2. Cádiz. Se quiere localizar el «Reina Regente», un buque de la Marina española que naufragó en 1895.
3. Arsenal de la Carraca. Junto al antiguo astillero de San Fernando yacen numerosos barcos.
4. Puerto de Cartagena. Bajo el mar hay pecios desde la época de los fenicios hasta la Guerra Civil.
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