Zaragoza
Los voluntarios de Mussolini vuelven a España
espués de «Enterrar a los muertos», Ignacio Martínez de Pisón regresa a la novela con «Dientes de Leche» (Seix Barral). El relato de una saga familiar que es, a un tiempo, la crónica de nuestra reciente historia: un padre italiano que llegó como voluntario para luchar junto al bando de los sublevados, sus tres hijos criados en la posguerra... Y un nieto nacido en el tardofranquismo que será el único que logre librarse de la asfixiante influencia de la contienda.
-Con «Enterrar a los muertos» intentó rescatar a Robles de la estadística y restituirle su condición trágica.... ¿Qué ha pretendido al narrar esta historia?
-Es curioso que, salvo algún relato de Sciascia y muy poco más, los escritores hayan preferido ignorar la peripecia de esos ochenta mil voluntarios italianos que vinieron a hacer la guerra con Franco. En las Brigadas Internacionales se alistaron bastantes menos, unos treinta mil, y sin embargo su presencia en novelas y películas es muy superior. ¿Por qué? Seguramente porque hay muchos novelistas interesados en recuperar cierto sentido de la epopeya y, desde luego, como héroes épicos resultan más atractivos los brigadistas que los voluntarios de Mussolini. A mí, en cambio, me interesa muy poco la epopeya. Lo bueno que tuvo la intervención italiana en España es que fue muy chapucera, como de película de Alberto Sordi.
-Pero, ¿los «camisas negras» venían por afinidad ideológica y utópica como los brigadistas?
-La mayoría eran realmente voluntarios. Vinieron huyendo del hambre, y por esa misma razón combatieron muchos otros en la guerra de Abisinia, una extravagante aventura imperial de Mussolini. A España, por cierto, llegaron bastantes que en realidad creían que iban destinados a Abisinia. Otros, antes de embarcarlos para Cádiz, los vestían de romanos y los ponían a hacer de figurantes en películas históricas. Ya digo que era todo bastante chapucero.
-¿Podríamos establecer una comparación entre el Corpo Truppe Volontarie y nuestros divisionarios?
-Sí. Los dos estaban teóricamente formados por voluntarios, los dos buscaban derrotar el comunismo... También los unía el hecho de que su composición era bastante más heterogénea de lo que a primera vista podría parecer: entre los voluntarios italianos predominaban los «morti di fame», entre los divisionarios españoles abundaban los republicanos que debían purgar sus culpas ante el nuevo régimen. En mi novela cuento un episodio que tiene que ver con la División Azul: el regreso del «Semíramis» con los últimos españoles presos en la URSS.
-¿Cuál fue el punto de arranque para llegar a esta historia?
-Siempre me había llamado la atención la existencia en Zaragoza de un mausoleo de estilo fascista, consagrado a la memoria de los italianos caídos en nuestra Guerra Civil. Encontré a un historiador, Dimas Vaquero, que había hecho la tesis sobre él y me enteré de detalles del proceso de construcción que ningún novelista habría dejado escapar. La torre, por ejemplo, no estaba terminada cuando se produjo el cambio de régimen en Italia, y eso obligó, entre otras cosas, a acoger también cadáveres de italianos que habían venido a España a luchar por la República. Imagínese el disgusto de los italianos que vivían en España cuando vieron que, junto a los restos de sus compañeros fascistas, tenían que enterrar a comunistas.
La familia, une y eclaviza
-Una cosa es lo que haya entendido el lector, leyendo sus «Dientes de leche», pero ¿cuál era su pretensión al narrar la saga Cameroni?
-No es, por supuesto, una novela de tesis. Pero sí creo que hay ideas que acaban filtrándose a través de los hechos. Una de ellas es la de la dificultad de convivir con alguien que profesa una ideología autoritaria, en este caso el fascismo. El autoritarismo se aplica por igual a las cosas grandes y a las cosas pequeñas, y eso condiciona gravemente las relaciones humanas. Hemos tenido bastante experiencia en nuestro país. Durante cuarenta años, el autoritarismo lo ejercía el régimen franquista, pero no sólo él: cualquiera que tuviera algún subordinado a su cargo tendía a reproducir los mismos esquemas de comportamiento que las autoridades. Las dictaduras están llenas de dictadores de diferentes tamaños.
-Una vez más padres, hijos, familia.
-En realidad, yo siempre he escrito sobre el mismo tema: sobre la familia. Padres e hijos, maridos y mujeres, hermanos... Hasta «Enterrar a los muertos», mi libro más heterodoxo, es también una historia de familia. Y desde luego, «Dientes de leche» lo es de principio a fin. ¡Qué fuertes son los atavismos de la familia, que a veces nos unen y a veces nos esclavizan!
-¿Ha conocido a algún Raffaele Cameroni durante el proceso de elaboración de su novela?
-Investigué la historia de alguna familia que había tenido una peripecia similar a la de los Cameroni. Pero tampoco habría hecho mucha falta, porque abuelos como el de mi novela, aunque no fueran italianos sino españoles, los hemos tenido muchos de mi generación. Por ejemplo, mi abuelo materno, al que estuve muy unido en mi infancia, era carlista.
-Dice la crítica que lo que se dio en llamar «género» sobre la guerra, ha concluido... Y ahora le toca el turno a la literatura del Este de Europa...
-Siempre se han escrito novelas sobre la guerra, y supongo que se seguirá haciendo. Otra cosa es que, según la época y los vaivenes del gusto de los lectores, esas novelas han tenido una visibilidad menor o mayor.
-La ley de recuperación de la Memoria Histórica no ha contentado a nadie... ¿Algo que objetar?
-Fíjese en la diferencia entre el caso español y el italiano. He comentado que en el Sacrario Militare Italiano de Zaragoza se enterraron cadáveres de comunistas junto a los de fascistas. Eso ocurrió a mediados de los años cuarenta. Para conseguir que en el Valle de los Caídos se homenajeara por igual a los caídos de un bando y de otro han tenido que pasar treinta y tantos años desde la muerte de Franco. Creo que ese aspecto de la Ley, al igual que bastantes otros, es correcto, y lo que me sorprende es que hayamos tenido que esperar tanto.
-De las novedades editoriales que se presentan para este año, ¿cuál espera con "ansiedad"?
Las mejores noticias recientes del mundo editorial son las recuperaciones de Patrick Modiano y de Vasili Grossman para el lector español. Y espero que Periférica siga publicando libros de una joven escritora francesa que me interesa mucho: Valérie Mréjen.
Guionista de «goya»
¿Qué le parecen las nuevas generaciones de narradores españoles?
-Hay algunos muy interesantes, como Daniel Gascón, Eva Puyó, Javier Calvo, Elvira Navarro...
-Entre las nominaciones a los Goya... ¿le ha tocado alguna por el guión de "Las trece Rosas"?
-Sí, ahí estoy. Me lo pasé muy bien escribiendo ese guión y me alegra que la película haya gustado a tanta gente.
-¿Puedo preguntarle dónde tiene puesta la mirada para su próxima novela?
-En la misma época en la que transcurren «Carreteras secundarias», «El tiempo de las mujeres» y buena parte de «Dientes de leche»: los años últimos del franquismo y los primeros de la democracia.
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