Sevilla

Manzanares rompió La Maestranza

Manzanares rompió La Maestranza
Manzanares rompió La Maestranzalarazon

Manzanares dio el paso adelante y se rompió con el sexto, al que logró desengañar quedándose quieto y encelándolo en la muleta, siempre ante su vista. Aguantó violencias y miradas de la res hasta que, ya dominada, gozó en sí mismo y toreó a placer. El Juli dejó ver la buena disposición en sus toros, aunque quizá le faltara un poco de esa rabia, tan característica en él.Rivera Ordóñez banderilleó al primero sin fortuna, al que efectuó una faena anodina sin transmitir. La causa, citar en la línea, con la muleta muy separada del cuerpo. Tuvo un gesto al matar, tras un pinchazo protestado, muy recto. Al no echarle la muleta abajo, el animal que humilló poco, lo prendió peligrosamente. No acabó de ajustarse con el bonancible cuarto. Cites por ambos pitones sin chispa por citar fuera de cacho y rematar los muletazos hacia fuera. Mató bien, sin acordarse del susto anterior. El público no se identificó nunca con tan insustancial faena.El Juli realizó una fácil faena al suave segundo iniciada con templados pases por abajo. Las tandas por ambos pitones, con la muleta muy baja, lo que obligaba y quebrantaba al animal que, al final, se resintió. Los muletazos más logrados, con la izquierda cruzado al pitón contrario, tuvieron sabor y emoción. Labor justa, un poco sosa. Con el cuarto, gazapón y de corta arrancada, puso mucha voluntad como demostró al citar desde lo medios, con la diestra. El toro acudía al paso y le obligaba a perderle pasos, para fijarlo. Por ello, los muletazos no pudieron tener ligazón. Tras sufrir un desarme, El Juli acusó decepción y, aunque prosiguió voluntarios, la faena se disipó.Manzanares instrumentó buenas verónicas al tercero, que desde el principio, acometió sin celo. Sólo aguantó dos tandas, suaves, con la derecha, aunque con miradas hacia las tablas... El torero insistió, sin resultado. El manso huyó a los tableros. Allí tuvo entrarle a matar, muy bien. Entendió al sexto al que le sacó, a fuerza de consentirlo, lo mejor que llevaba dentro. Poco a poco, fue metiéndolo en la muleta, siempre adelantada, llevando los pases hasta el final y, casi sin finalizarlos, cruzarse para obligarlo a repetir. Tras buenas tandas diestras, mejoró con la izquierda, siempre al pitón contrario, rematando atrás. Las dos últimas series, por ambos pitones, templadas y regustándose. Lo mató con rabia, como debe ser. Faena para su satisfacción...