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María Teresa Campos: «Los hombres son más difíciles que la televisión»
La Campos cree que «la gran putada de la vida no es la muerte, es degenerar en la vejez, dejar de ser tú». No ha escrito este libro para hablar de su enfermedad, sino de la televisión que ha vivido. Todo lo hace para que la quieran. Dice que no hay edad límite para el sexo: «Nos contaron que a partir de ciertos años era algo sucio; es mentira». Le gusta echarse después de comer, cocinar, ordenar la ropa. No le gusta levantarse a las 5:30. Tiene miedo a lo desconocido. Se ve de centro-izquierda y con sentido del ridículo. Sigue haciendo «La mirada crítica» (Telecinco).
-Comienza su libro «Historias de mi tele» (Ediciones B) diciendo: «La muy querida, despreciada, bendita, maldita, venerada, incomprendida e inevitable televisión». ¿Es algo más la tele?
-Es todo y su contrario. Unos la aman y otros la odian. Y ahí está.
-«La muy querida». ¿La odió en alguna ocasión?
-Jamás. La amo. Odiar es una palabra que no me gusta. No merece la pena odiar. El odio siempre se acaba volviendo contra uno.
-¿Quiénes la desprecian?
-Los que no se han acercado a la televisión para conocerla y los que han sido rechazados por ella. Y los pseudointelectuales, por pose.
-¿Ha llegado a comprender mejor la televisión que a los hombres?
-Los hombres son más difíciles que la televisión, por lo menos los que me han tocado a mí.
-Quizá la televisión haya sido su amante más fiel...
-Sí, probablemente porque le he sido siempre muy fiel.
-¿Podría vivir sin ella?
-Claro. Triste sería lo contrario. Tengo muchas cosas en mi vida al margen de la televisión. Pero aún me gusta hacerla. El día que no me guste, o que yo no le guste a la gente, o que me vea mermada de facultades, me iré sin más.
-Le dijo a Peñafiel que éste es un oficio de vanidosos...
-Dije que era un oficio de vanidades. Mi vanidad es exigencia: hacerlo siempre lo mejor posible.
-Se ha dicho que los hombres temen a las mujeres fuertes y con éxito...
-Sí. Piensan que queremos dominarles. Se enamoran de lo que somos y luego quieren cambiarnos.
-¿Se puede ser de izquierdas y estar contra el aborto?
-Naturalmente. Lo acepto en algunos casos; lo que no se puede hacer es abortar frívolamente. Creo que las leyes religiosas no deben interferir en las civiles. Y algo más: mejor una ley que aborto clandestino.
-Le apasiona la entrevista. ¿Qué pregunta no se ha hecho nunca?
-Una referida al amor: Teresa, ¿por qué no tiras ya la toalla?
-¿Y cuál se ha hecho más veces?
-¿Porque soy tan vulnerable a las cosas que ya no deberían afectarme? ¿Por qué me hacen daño cosas que ya no tendrían que hacerme daño? ¿Por qué no sé decir no?
-Le gusta jugar con la ironía y el humor. A eso no juegan los políticos...
-La mayoría están revestidos de solemnidad, púrpura y disciplina de partido. Tienen un discurso muy aburrido.
-Claro que hay que criticar al presidente, escribe. A ver, critique.
-Algunas veces es excesivamente optimista.
-Los presidentes sufren el síndrome de La Moncloa. ¿Qué síndrome afecta a las glorias de la tele?
-Quien se crea que está arriba y que ya lo ha hecho todo, huele a muerto.
-Por su enfermedad se ha dado cuenta de que es muy cobarde, dice.
-Siempre lo he sido. Doy una imagen de mujer valiente, pero no soy así. Fui una niña asustadiza, y hasta los cuarenta tuve miedo a estar sola en casa.
-Un amigo mío ligaba mucho diciendo algo así...
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