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Más medidas contra el paro

La Razón
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Aunque desde hace meses se temía un crecimiento acelerado del desempleo, las cifras de octubre han superado las expectativas más pesimistas. Con casi 200.000 parados más, que elevan a 2,8 millones los trabajadores sin empleo en España, el último mes se convierte en el peor desde el año 1996. Otro dato que revela la profundidad de la crisis es que en los últimos doce meses el número de parados ha aumentado en 769.000, es decir, a una velocidad que no se daba desde hace 15 años. Todo apunta, además, a que los meses próximos no serán más benignos. Según los cálculos de la Comisión Europea, la tasa de paro superará el 15,5% en 2009, es decir, dos puntos y medio más que el registrado el mes pasado.
Conocedor, sin duda, de estas malas noticias, el presidente del Gobierno se adelantó el lunes a anunciar personalmente dos nuevas medidas en apoyo a los parados, relacionadas con las hipotecas de las viviendas. Así, aquellos desempleados que ganen menos de 33.000 euros al año y tengan un crédito hipotecario inferior a los 170.000, podrán aplazar durante dos años el pago del 50% del recibo mensual. Al mismo tiempo, Hacienda anticipará mensualmente con la deducción fiscal a que hubiera lugar por vivienda habitual. Es evidente que estas medidas tienen un carácter paliativo y socorren a los sectores de la población más golpeados por la crisis. De algún modo responden a la petición que semanas atrás hizo Mariano Rajoy de que las multimillonarias inyecciones de dinero público al sistema financiero llegaran también a las familias. Con la fórmula anunciada por Zapatero, no sólo se verán beneficiadas las familias más necesitadas, sino que también tendrá un efecto positivo sobre las entidades bancarias, pues de esta manera podrán mitigar el preocupante aumento de la morosidad. Cabe señalar que las previsiones más prudentes sitúan la morosidad a finales de este año en torno al 4%, diez veces superior a la de 2007. La iniciativa de Zapatero, por tanto, parece oportuna, pero no es suficiente. En tanto en cuanto no se ataquen las causas que provocan los graves desgarrones en el tejido laboral, la política económica del Gobierno no será eficaz. Por eso convendría que se apeara de su dogmatismo y modificara de manera sustancial las líneas básicas de los Presupuestos. En primer lugar, no es muy cabal mantener unas cuentas que han sido desbordadas y desmentidas por los hechos, como prever un paro para 2009 del 12,5%, cuando será superada ya en este año 2008; como aventurar un crecimiento del PIB por encima del 1%, cuando la realidad es que habrá recesión y que el déficit se situará en un 2,9% en 2009. Además de ajustar los Presupuestos al nuevo horizonte, conviene que el Gobierno reoriente la filosofía de las partidas asignadas al gasto para que, sin descuidar las obligaciones sociales, bascule hacia la inversión pública. Es poco alentador que el aumento de la inversión para el año próximo sea sólo del 2,6%, que ni siquiera neutraliza los efectos de la inflación.
Al mismo tiempo que deberían utilizarse con mayor decisión los Presupuestos para estimular la actividad económica y la creación de empleo, es necesario que la batería de medidas financieras aprobadas por gran mayoría en el Congreso sea desplegada sin más dilación. Es condición necesaria para que la economía recobre fortaleza que el sistema crediticio se normalice y funcione sin la rémora de la desconfianza. La época de las vacas flacas no ha hecho más que empezar, se alargará hasta 2010, y con cataplasmas solamente no se ayudará a los trabajadores.