Puente de Vallecas

Montoyas contra Salazar

El asesinato de un hombre en Vallecas desata una guerra entre familias gitanas. Ramón recibió un disparo del hermano de su ex mujer cuando iba a golpearla

La Razón
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madrid- Vivían apenas a unos metros en el corazón de Puente de Vallecas, pero no se hablaban. Tenían apellidos con historia, los Montoya y los Salazar habían compartido celebraciones y risas, sin embargo, de un tiempo a esta parte, las relaciones eran casi inexistentes. Aurora se casó con Ramón y tuvieron dos hijos. Durante el matrimonio, y según cuentan la familia de la mujer, Aurora sufrió continuos malos tratos y tuvo que hacer frente a unos celos obsesivos. Eso sí, nunca denunció. Cuando la pareja se rompió, Ramón no desapareció de la vida de su ex. Los vecinos aseguran que «de vez en cuando, venía, borracho y la pegaba». El pasado viernes, Ramón Serrano Salazar volvió al barrio y dijo que iba a matar a Aurora. Esa fue la primera llamada que recibió la Policía, una amenaza de muerte. Minutos más tarde, entraba otra llamada, habían disparado a un hombre que resultó ser Ramón. La secuencia de los hechos fue esta: Ramón fue a casa de Aurora y la arrastró a la calle. Una de sus manos sujetaba a la mujer del cuello y en la otra tenía un recogedor metálico. En defensa de Aurora Fue en ese momento cuando José Antonio Calderón Montoya entró en escena. El hermano de Aurora, ante la actitud de Ramón, no dudó en coger una escopeta y bajar a la calle a defender a su hermana. Corriendo y fuera de sí se acercó a la pareja. Ramón intentó agredirle con el recogedor y José Antonio disparó. Lo hizo una sola vez y el proyectil impactó en la rodilla de Ramón. Fue suficiente. La bala le tocó la femoral y moría desangrado minutos después. Aurora rompió en llanto y el desconcierto se apoderó de la calle Tánger. La Policía Municipal detenía a José Antonio, de 39 años, un tiempo después. Los Montoya no tardaron en abandonar el barrio. No era un lugar seguro para ellos. La familia de Ramón quería venganza y sus gritos y sus ademanes no dejaban lugar a dudas. Como advertencia a la familia quemaron las ventanas de su casa. Ayer, no había ni rastro de ellos. Mientras Los Salazar velaban a Ramón en la sala 41 del Tanatorio Sur. No cabía un alfiler y las escenas de rabia y dolor se sucedían. Hoy le enterrarán. A partir de ahí nadie sabe los que puede pasar. Algunos se temen lo peor. Según fuentes de la Jefatura Superior de Policía, José Antonio no tenía antecedentes, Ramón, en cambio, sí. Por estafa y lesiones. Tampoco parece que las intenciones de José Antonio fuesen realmente mortales. Tenía más cartuchos, pero sólo efectuó un disparo. Los vecinos que ayer charlaban sentados en sillas en la calle, a escasos metros donde sucedió todo, confirma que las familias no se hablaban y que puede haber represalias. Ellos mismos las temen. «No somos testigos ni somos nada, a nosotros también nos pueden venir con represalias», aseguran. De hecho, reconocen sin ningún pudor que sí, que tienen miedo a la familia y lo que les puedan hacer. Afirman que es un barrio tranquilo y que efectivamente sí parecía esta vez las amenazas de Ramón iban a ir lejos. «Creíamos que la mataba cuando vimos cómo se la llevaba por el pescuezo». El luto y el velatorio ha dado tiempo a los Montoya para huir, pero sólo el tiempo dirá si cuando pase el duelo, buscarán venganza y el ojo por ojo. No es la primera vez que la calle Tánger es testigo de un asesinato. Hace quince años, ya hubo un tiroteo y una muerte en un quinto piso del edificio que hay enfrente del lugar donde murió Ramón. «A mi me mataron a mi marido, le pegaron unos tiros y por eso no me gusta hablar de estas cosas», explica una vecina sentada en su silla.