Obama lanza 4000 marines sobre el opio talibán

Se trata de la mayor movilización de tropas extranjeras que se ve en Afganistán desde la retirada soviética en 1989. Es, también, la ofensiva aerotransportada más importante que hacen los «marines» desde la Guerra de Vietnam. Pero, por encima de eso, la operación «Janjar» («puñalada» en pashtún) que arrancó ayer es la gran apuesta del Gobierno estadounidense para recuperar el control de Afganistán.El presidente Obama pretende que sus soldados marquen un punto de inflexión en una guerra en la que los talibanes han contado los meses por victorias desde hace casi dos años. Todo con miras a las elecciones presidenciales del 20 de agosto, donde los afganos tendrán la oportunidad de mostrar si siguen confiando en el Gobierno de Hamid Karzai. La misión no es fácil: hacer en unas pocas horas lo que las tropas de la OTAN llevan años intentando sin éxito. «La intención es ir en grande, ir con fuerza, e ir rápido», dijo a sus hombres, antes de la batalla, el brigadier general Larry Nicholson, comandante en el sur de Afganistán.Tras la arenga, unos 4.000 marines saltaron desde helicópteros y aviones en la provincia sureña que baña el río Helmand, un valle sembrado por campos de amapolas y considerado el corazón de la resistencia talibán, no sólo por la actividad militar, sino sobre todo porque entre los pétalos de las citadas amapolas se genera la materia prima con la que se financian los rebeldes: en una cifra que no ha parado de crecer desde la invasión de 2001 Afganistán produce ya el 90 por ciento del opio (base de la heroína) que se mercadea ilegalmente en el mundo. Golpe letalLa propaganda de los marines estadounidenses asegura que la operación será decisiva y que supondrá un golpe letal a las milicias afganas, algo que muchos expertos ponen en duda, asegurando que los talibanes pueden reorganizarse con facilidad ya que no tienen estructuras jerárquicas fijas. Habrá que esperar todavía algunas horas para saber qué está ocurriendo en los pliegues del valle y las planicies aledañas, algunas con nombres tan sugestivos como el desolado «Desierto de la Muerte». Las fuerzas aliadas no han controlado nunca la zona en estos ocho años de guerra y sólo al principio de la ocupación se patrullaba a menudo la región.