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Obama y la realidad

La Razón
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Una cosa es predicar y otra dar trigo. Obama es un ferviente ideólogo y lo que tiene de pragmático lo tiene de cínico. Cede y se adapta tácticamente por conveniencia, sin abandonar los objetivos. No busca consenso ni el cacareado justo medio. Pudo presumir de haber estado contra Iraq porque entonces no era congresista. De lo contrario es razonable suponer que hubiera hecho lo que su ministra de Exteriores y lo que su vicepresidente, ambos senadores, votar a favor con el 80% de los americanos y por las expectativas de victoria, y luego, encizañarlas las cosas a fondo para usarlas contra el presidente rival. Nunca un mandatario americano ha recibido tanta ayuda del saliente en la transición, y seguro que nunca ha sido éste tan venenosamente denostado como Bush por Obama. El fulminante cierre de Guantánamo quedó pospuesto un año desde el día uno de la nueva administración. Ahora, los senadores descubren que los temibles presos van a estar infinitamente mejor en el paraíso caribeño que en los estados que representan y aspiran a seguir representando, donde nadie los quiere ver ni en pintura. ¿Cómo se puede pedir a otros países que acojan tan indeseables huéspedes? Ahora también resulta que los denostados métodos para juzgar a los detenidos eran los adecuados. A Obama las prédicas se le vuelven tóxicas. Herencia de Bush, dicen sus adoradores.

* Presidente del Grupo de Estudios Estratégicos