Lisboa
Por qué ir más lejos
«Lisboa es azul y roja desde el Castillo de San Jorge»
Da igual ir de pie en el tranvía que sube lentamente hasta el Castillo de San Jorge. Es el recorrido obligado de esta ciudad con la que siempre me reencuentro como si fuera la primera vez. Hace calor y la cuesta que concluye en la entrada a la fortaleza me recibe con una valla publicitaria de un gran vaso de cerveza. Un buen producto nacional que merece la pena probar antes de recorrer las murallas y asomarse al mirador. Lisboa es azul y roja desde el Castillo de San Jorge. Tejados rojos y el Tajo al fondo, azul, con poderío, dando la impresión de querer desbordarse.
Desde aquí arriba se oye el pulso de una ciudad vitalista. El trasiego de tranvías y viandantes en las Plaças do Comercio y do Rocío. Terrazas repletas de turistas y mucho comercio. Merece la pena coger el barco que traslada a la Lisboa nueva. Y a la vuelta, un paseo de relax por la Estufa Fría, invernadero donde las flores brotan como en éxtasis. El barrio de las letras anima a perderse en sus calles, hasta el elevador de Santa Justa, como una pequeñísima torre Eiffel.
La noche en Lisboa sorprende, la humedad aumenta por la proximidad del mar y huele de manera especial. Las puertas abiertas de los locales facilitan que las voces melancólicas de los cantantes de fado inunden la calle. Un buen vino do Pais es fundamental antes de descender al lado del Tajo, donde se concentra la actividad nocturna. Lisboa se divierte en su noche, custodiada por la torre de Belén, mientras que el hermoso monasterio de los Jerónimos duerme, esperando las visitas del día siguiente, en que descubriremos una ciudad repleta de actividad cultural.
Lisboa ¿por qué ir mas lejos, si estás tan cerca?
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