Historia

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Recuerdos conmemoraciones

La Razón
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Se ha recordado estos días el final de la guerra civil. Fueron varias, sin duda: una entre los dos bandos tradicionales, los «rojos» y los «nacionales», y otra dentro del bando republicano, entre comunistas y casi todo el resto. Por eso Azaña escribió que llegado el momento sería necesario quemar hasta «las bambalinas de las representaciones caducadas». Con menos intensidad estilística, Marañón dijo que «mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico». Y el socialista Julián Besteiro: «Estamos derrotados por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizá los siglos». La necesaria revisión de la realidad de la República y la guerra, ajena a los estereotipos elaborados durante la contienda, se ha ido abriendo paso poco a poco, casi siempre fuera de la universidad. Hoy ya no es posible sostener visiones maniqueas de aquella tragedia, como durante años sostuvieron unos y como luego hicieron prevalecer los otros, los derrotados hace setenta años. La revisión del siglo XX español no se detendrá aquí. Lo que viene a partir de ahora es otra lectura de lo ocurrido después, hasta la Transición. Y no para poner en cuestión ésta, como quiso hacer el gobierno socialista con sus experimentos de radicalidad sobre la memoria histórica, sino para anclarla en la realidad. Cuando empiece a contarse lo que ocurrió, comprobaremos que el fenómeno de la Transición política hunde sus raíces en otra «Transición», espontánea, de orden social y cultural, que tuvo lugar mucho antes, como mínimo a partir de los años cincuenta. El proceso político que permitió cerrar las heridas se fraguó ahí, en un trabajo realizado por unos españoles ajenos a las consignas y a las imposiciones del régimen de Franco, con el que sin embargo convivían bien en vista de las atrocidades ocurridas. Nos fijamos mucho en la acción política, importante sin duda, y olvidamos ese esfuerzo previo de reconciliación y generosidad. Eso sí que merece la conmemoración, y no sólo el recuerdo.